Las escrituras védicas, los escritos sagrados originales también llamados el «verdadero evangelio», revelan la existencia de los siervos de Dios, la Persona Suprema. Vienen en el momento de la muerte para acompañar a las almas piadosas al mundo espiritual. En el momento de la muerte, el alma devota deja su cuerpo material efímero y recupera su forma espiritual y eterna. Acompañado por los siervos de Dios, aborda una nave espiritual dorada y viaja por aire directamente a la morada del Señor Supremo, para no reencarnar nunca en este mundo material.
Las mismas escrituras nos hablan también de la existencia de los temibles servidores de Yamaraja, el señor de la muerte y juez de las almas culpables, que apresan por la fuerza al alma pecadora, la llevan ante Yamaraja para que la juzgue y la castigue por los actos pecaminosos cometidos, y la condicionan para su próxima reencarnación en la prisión de un cuerpo material.
En el vientre materno, el ser es inconsciente. La muerte equivale a hundirse en la inconsciencia durante 9 meses. El ser no muere, simplemente vive en un estado de inconsciencia durante este tiempo.
Existen tres niveles de existencia: la vigilia, el sueño y el sueño profundo, o inconsciencia. Cuando el hombre muere, pasa del estado de vigilia al de sueño, y luego se hunde en un sueño profundo. La transmigración o reencarnación significa que deja su cuerpo físico y el cuerpo sutil y etéreo, formado por la mente, la inteligencia y el ego, lo lleva a otro cuerpo. Luego permanece en un sueño profundo hasta que este nuevo cuerpo esté listo, es decir, durante nueve meses (para los seres humanos) y más o menos para los animales.
Gloria a mi Maestro espiritual, que no es otro que Dios mismo, el Supremo Maestro Espiritual. Ofrezco mi respetuoso homenaje al Señor Supremo y le agradezco que me haya concedido, por Su gracia, conocer Su forma personal, real y original. Gracias de nuevo al Señor por sus enseñanzas, por permitirme servirle con amor y devoción y así convertirme en su siervo.
A través de la visión espiritual que el Señor Krishna me ha concedido graciosamente, puedo atestiguar la verdad de los dos asuntos anteriores sobre la visita de los siervos de Dios y el Señor de la muerte, pues el Señor me ha permitido conocer a tres personas (en realidad mi madre, mi suegro y un amigo) que fueron visitados por los visitantes celestiales y conocer el papel que desempeñaron con ellos, los últimos tres meses de sus vidas. Por lo general, es alrededor de los últimos tres a seis meses de vida cuando vienen a conocer al ser que pronto dejará su cuerpo, por instrucciones de Dios.
Mi madre me contó que en su casa había una joven, hermosa y de piel oscura que a veces se sentaba frente a ella y la miraba con una sonrisa. Gracias a la presencia de esta señora y al papel que desempeñó, mi madre me confesó un día que ya no tenía miedo a la muerte.