La Ciencia Espiritual Pura
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¿Nunca se ha preguntado por qué algunas personas mueren jóvenes o en la flor de la vida o por qué algunas nacen con algún problema físico?

En verdad, todos nuestros pensamientos, palabras y acciones orientadas al mal bajo todas sus formas traen consigo efectos de consecuencias nefastas y muy dolorosas que ya padecemos en nuestra vida actual, pero sobre todo sufriremos en nuestra vida siguiente con seguridad.

Aquellos que mueren jóvenes, sufren a su vez la interrupción de su existencia porque en su vida anterior le han quitado la vida a algún ser vivo. Lo que ellos han hecho se les hará en su vida siguiente de la misma manera. Aquellos que han perjudicado a una persona cortándole un miembro sufrirán exactamente lo mismo en su vida siguiente o nacerán con una discapacidad o con ceguera.

Los sufrimientos que padecemos hoy son las consecuencias de los actos culpables realizados en nuestra vida anterior. El sufrimiento tiene como objetivo ayudarnos a borrar las faltas cometidas. Todos aquellos que le quitan la vida a un ser humano o incluso a un animal serán severamente castigados por la justicia divina. Tendrán que sufrir mucho en su próxima existencia a causa de su acto criminal y se les hará lo mismo para que ya no vuelvan a comenzar jamás.

Así que, escuchemos a Dios y no hagamos nunca el mal.

Quien se quiera liberar de las cadenas que lo mantienen prisionero de este mundo y poner fin a los sufrimientos inherentes a la existencia material, tiene que renunciar al fruto de sus actos y nunca apegarse a sus resultados.

En verdad, aquel que se apega al fruto de la acción se hace responsable de sus actos y tiene que disfrutar o sufrir sus consecuencias. El acto interesado o la búsqueda de placeres de los sentidos entrañan los efectos cuyas consecuencias (buenas o malas) sufriremos, sin duda alguna. Los actos son sancionados por la ley de causa y efecto. La acción realizada con vistas a obtener frutos engendra la dependencia y se debe considerar nociva. Buenos o malos, los apegos materiales son siempre causa de servidumbre y en ningún caso pueden ayudarnos a liberarnos de la condición material.

Todo el mundo tiene derecho a cumplir con su deber, pero nadie debe nunca actuar con vistas a los resultados. Liberarse de sus obligaciones con un espíritu de desinterés ofreciéndoselas a Dios, por ejemplo, es avanzar un paso hacia la liberación espiritual.

La verdadera vida solo empieza al final de la existencia material. La encontrará en el reino de Dios.

Cualquiera que desarrolle la consciencia de Dios ya se encuentra en el reino de Dios. El que se compromete en el servicio de amor y devoción ofrecido al Señor está liberado del control de la materia.

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