La Ciencia Espiritual Pura
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contravenir la orden así establecida por el Señor Supremo o sus ayudantes celestiales sin pagar un precio.

Quien rechaza a Dios y sus leyes se prepara para un negro destino lleno de diversos sufrimientos en esta vida o en la próxima. Así, se ejerce la dominación del Señor Supremo en todos los seres.

El hombre está sometido a la voluntad de Dios y debe obedecer las leyes divinas. Todo ser vivo, hombre o animal, se cree libre para disponer de sí mismo cuando, en verdad, nadie escapa a las leyes del Señor, leyes severas y que nunca se pueden violar.

Resulta que hay malhechores que eluden con artimañas las leyes de los hombres, pero nunca los códigos del legislador Supremo impunemente. Aquel que se aparte de la senda trazada por Dios se expone a graves dificultades. De manera general, se denomina preceptos religiosos a las leyes del Supremo, cuyo principio esencial invariable es que en cualquier circunstancia el hombre obedece la voluntad del Señor Soberano. Nadie escapa de las leyes severas de Dios. Los que viven en este mundo material se exponen voluntaria y libremente a los riesgos que representa el condicionamiento a través de la materia. Aquellos que ultrajan las leyes divinas o las ignoran provocan por sí mismos efectos cuyas dolorosas consecuencias tendrán que sufrir.

Pero la vida humana tiene precisamente como objetivo lograr que el ser humano comprenda las causas de su condicionamiento, única senda para escapar de las garras de la existencia material. Para abandonar este mundo de sufrimiento, basta hacer la voluntad de Dios.

Por su sola voluntad, Dios unas veces reúne a los seres y otras los separa. Nuestros pensamientos, palabras y acciones hasta el más mínimo detalle están gobernados por la voluntad Suprema. El Señor Supremo está presente en nuestro corazón como Alma Suprema y conoce al detalle todas nuestras actividades.

También es Él quien nos concede el fruto de nuestros actos, el que nos coloca en una u otra situación. Por ejemplo, es Él quien, según sus méritos respectivos, hace que un hombre nazca rico y otro pobre. Rico o pobre, nadie tiene el más mínimo poder para decidir el encuentro o la separación de los demás seres. Pero en algunos casos es posible ver cómo se modifican sus efectos. Una mutación tal de las leyes del karma solo se puede efectuar por voluntad del Señor y de nadie más.

Dios concede a los seres santos, quienes se abandonan a Él sin reservas, la seguridad absoluta de que serán apartados de las cadenas del karma.

El Señor desciende de Su reino, el planeta más elevado del mundo espiritual, para acudir en socorro de sus ayudantes celestiales que rigen el universo material cuando las ofensas de los seres demoníacos resultan demasiado graves al extender sus celos por la Persona del Señor a la de Sus devotos.

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