El cuerpo material siempre presenta los atributos contrarios. Tiene una duración limitada, se mantiene bajo el control de los atributos de la naturaleza material y está sujeto a la ley del karma. El alma manchada por sus faltas y su atracción por la materia abandona el cuerpo muerto y se reencarna de inmediato en otro cuerpo material, recomenzando una nueva existencia en la que sus actos pasados determinarán si será agradable o dolorosa.
Está escrito en las santas escrituras originales: «Quien conoce los principios de la religión no mata a un enemigo distraído, borracho, loco, dormido, asustado o desarmado. Tampoco mata a un niño, una mujer, un débil de espíritu o un alma sometida a él».
Hace miles de años se combatía según los principios de la religión y no según los de la satisfacción de los propios sentidos. Si un enemigo no ofrecía ninguna resistencia o no se podía defender, estaba borracho, dormido o en cualquiera de las condiciones mencionadas más abajo, según los códigos de la guerra noble – hecha según los principios de la religión – no era cuestión matarlo. Estas guerras nunca se llevaban a cabo según los caprichos de algunos políticos egoístas e inicuos, sino todo lo contrario, solo en función de los principios de la religión, que están exentos de toda mancha y tienen como base la imparcialidad, la igualdad, la justicia, la rectitud, la armonía y la paz.
Krishna tiene impresos en la planta de los pies signos especiales.
Algunos signos especiales marcan la planta de los pies del Señor que lo distinguen de los demás seres. Estos signos – el estandarte, el relámpago, el bastón de cornac, el parasol, la flor de loto, el disco… – se imprimían en el fino polvo de los parajes que atravesaba el Señor. Así es como el suelo de Hastinapura recibió las huellas de Sri Krishna cuando Este se encontraba allí.
Cada vez que los reyes o dirigentes descienden a lo más bajo de la existencia material hasta vivir como animales, el Señor aparece en su Forma espiritual. Él muestra Su poder supremo, establece la verdad, traza la senda justa, concede Su gracia totalmente especial a los creyentes y realiza actos gloriosos. Así Se manifiesta bajo diversas formas sublimes según las necesidades del tiempo, en las diferentes eras.
La creación cósmica, ya lo hemos visto, es propiedad del Señor Supremo. Todo pertenece al Ser Supremo y nadie debe invadir la propiedad del Señor, sino más bien contentarse con lo que le concede Su gracia. Por tanto, la Tierra como todos los demás planetas, como todos los universos, es propiedad absoluta del Señor. En cuanto a los seres vivos, nadie duda de que también pertenecen al Señor, ya que forman parte integrante de Él y, en verdad, son sus hijos; pero, como tal, cada cual tiene el justo derecho de vivir bajo la dependencia del Señor en la realización de sus deberes. Nadie puede violar los derechos de otro individuo, ni siquiera de un animal si no ha conseguido antes la sanción del Señor. El rey o el jefe de Estado es el representante del Señor encargado de administrar Sus bienes y ejecutar su voluntad.