La Ciencia Espiritual Pura
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los factores que determinan en qué tipo de cuerpo concreto renacerá. Llega el momento en que, siempre en el seno de la madre, sale de su estado de inconsciencia. Entonces siente lo incómodo de un lugar tan estrecho y crece en él el deseo de salir de allí; a veces tiene la suerte de rogar a Dios.

La coordinación de estas influencias astrales nunca depende de la voluntad humana, pero está en manos de autoridades superiores, agentes del Señor Supremo. Y por supuesto, las influencias predominantes en el momento del nacimiento están determinadas en función de los actos pasados, buenos o malos, del ser que se reencarna. De ahí viene la importancia de los actos virtuosos y culpables realizados por el ser a lo largo de sus existencias. Así, solo a través de actos piadosos se obtendrán grandes riquezas, buena educación o rasgos corporales armoniosos. Ver nacer en su seno una gran alma es una enorme fortuna para toda la familia, porque su presencia asegura la liberación de los ascendientes y descendientes de cien generaciones por la gracia del Señor, como señal de respeto que Él muestra a Su devoto tan querido. El beneficio más elevado que se puede conceder a la familia es, pues, convertirse en un puro devoto del Señor.

Realmente no hay nada después de la muerte. ¿La muerte es, como afirman algunos, solo un lugar donde el alma queda retenida a la espera de que la juzguen?

La muerte es en realidad el final de un ciclo, la transmigración o reencarnación del alma en un nuevo cuerpo y el olvido de la vida transcurrida o incluso anterior. En verdad, la vida continúa o más bien vuelve a comenzar porque la entidad espiritual o el alma espiritual se reencarna de inmediato en un nuevo cuerpo cuya forma y naturaleza dependen de los actos realizados en la última encarnación. Es ahora, durante la vida actual, cuando debemos preparar esa próxima existencia. Una vida virtuosa permite alcanzar dos objetivos. El primero, obtener un nuevo cuerpo en un planeta edénico donde la vida es paradisíaca y el segundo, centrado en Dios, permite conseguir un cuerpo espiritual gracias al cual podremos entrar en el reino de Dios. Aquellos que viven en la pasión de sentidos como los materialistas se reencarnarán sin descanso y, en función de sus actos culpables, racistas, rencorosos, malvados, tendrán que sufrir vida tras vida.

Oh, hombre, no llores por nadie porque el Señor domina el mundo entero. Por eso todos los seres y sus dirigentes Lo adoran para estar cubiertos por su protección. Es también Él y solo Él el que reúne a los seres y el que los dispersa.

Todos los seres, ya sea en el universo material o en el mundo espiritual, se encuentran bajo la dominación del Señor Supremo, Dios. Está, pues, en la naturaleza de todos el obedecerle. Solo los insensatos, sobre todo entre los humanos, pueden pretender oponerse a la ley de Dios. Entonces se convierten en rebeldes merecedores de castigos. Por orden del Señor Supremo, a cada uno se le atribuye una posición concreta y por su orden también que debe cambiar. Nadie puede

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