En estos soberanos recae toda la responsabilidad de la administración del mundo, una tarea para la que han sido formados por autoridades en la materia. Pero resulta que bajo la influencia de la ignorancia, la más degradante de las influencias materiales, unos espíritus oscurecidos, desprovistos del saber y de todo el sentido de las responsabilidades se hacen con el poder. Por supuesto, estos se comportan como animales, no tienen más preocupaciones que sus intereses personales, aunque el aire se llena enseguida de anarquía o de otras enfermedades sociales temibles. Nepotismo, corrupción, engaño, agresión y, a través de consecuencias inevitables, hambrunas, epidemias, guerras y otros factores problemáticos se desarrollan entonces en la sociedad. Los devotos del Señor, los creyentes se ven especialmente amenazados por persecuciones de todo tipo. Estos signos multiplicados indican que ha llegado el momento de que aparezca el Señor en la Tierra para destronar a los malos dirigentes y restablecer los principios de la religión. Pero cuando el Señor baja a la Tierra es en Su Forma espiritual y absoluta sin traza de atributos materiales. Y Él aparece con el único fin de conservar Su creación en un estado de equilibrio y armonía. En cada uno de los planetas del universo ha puesto todo aquello que sus habitantes podrían necesitar, de manera que cada cual pueda vivir feliz cumpliendo su deber y, finalmente, alcanzar la salvación adoptando los principios reguladores que nos dan las Escrituras. A efectos prácticos, el universo familiar se creó para satisfacer los caprichos de las almas eternamente condicionadas, como esos juguetes que se les dan a los niños inquietos. No tiene ninguna otra utilidad. Pero cuando quienes lo habitan se hallan sometidos por la embriaguez del pretendido poder, procurado por la ciencia material, de explotar de manera ilícita los recursos de la naturaleza sin la aprobación del Señor y con el único fin de satisfacer los sentidos, se hace necesario que el Señor descienda para castigar a los rebeldes y proteger a los creyentes.

La liberación solo se obtiene al final de muchas existencias y grandes esfuerzos, realizados con paciencia y perseverancia para adquirir el saber y la renuncia. Pero esta también le llega de golpe a quien simplemente descubre la naturaleza absoluta del Advenimiento y los Actos del Señor.

El Señor aparece entonces por Su poder interno con el único fin de salvar a los seres dotados de razón y aliviar la Tierra haciendo perecer a los dirigentes materialistas de las diferentes partes del mundo.

En el versículo anterior, hemos establecido que los seres distintos no son realmente los beneficiarios de la creación de Dios, sino que el Mismo Dios es el único poseedor y beneficiario legítimo de todas las cosas que se manifiestan en su seno. Por desgracia, bajo la influencia de la energía ilusoria y el dictado de los tres gunas, el ser distinto pretende ser el beneficiario de este mundo. Engreído por ese sentimiento ilusorio de ser que se ha convertido en Dios, el alma extraviada trata de aumentar su poder material a través de diferentes medios y se convierte entonces en una carga para la Tierra, que se vuelve totalmente inhabitable para los santos de espíritu. De hecho, este estado se traduce por «mal uso de la energía humana» y cuando ese mal se