El reino de Dios, y las almas realizadas que viven en él.
En el reino de Krishna, Dios, la Persona Suprema, reina la virtud pura. Allí, todo es eterno, perpetuo, inmutable, ilimitado, y las condiciones de la existencia alcanzan el más alto nivel de perfección. En el mundo espiritual, todos los seres viven en perfecta armonía, sin que nada rompa su comunión. Es allí donde el Señor, el Supremo y el Único, reina sin un segundo. Los que viven allí son libres de ir a donde quieran, y la vida allí continúa por la eternidad. Todo existe allí en la eternidad, la dicha y el conocimiento perfectos, y como nada se degrada, no hay pasado, presente ni futuro. La energía del Señor se manifiesta allí en su estado puro. El ambiente espiritual se caracteriza por el hecho de que todos obedecen al Señor. No hay rivalidad; todos le reconocen como el Maestro Supremo y le sirven fielmente con amor y devoción. Todos están subordinados a Él.
Dios es el amo supremo y beneficiario de los mundos material y espiritual, pero se complace en vivir en Su morada original en el mundo espiritual. Nadie lo iguala ni lo supera; su esplendor es ilimitado. A diferencia de un alma encarnada en un cuerpo de materia densa, que debe reencarnarse periódicamente en una nueva envoltura carnal y cambiar así de cuerpo en el mundo material, el Señor Krishna nunca cambia de cuerpo. En efecto, por Su naturaleza absoluta, nada distingue Su Cuerpo de Su Alma, lo que también es cierto para los seres liberados y realizados que viven en Su compañía divina, en Su reino eterno.
Las manifestaciones espirituales del Señor Supremo, Krishna, tienen dos aspectos. Para Sus devotos puros, Él es un compañero constante, o el amado, que es Su aspecto personal. Y en Su llamado aspecto impersonal, difunde los rayos de Su ilimitado y omnipresente resplandor, que emana de Su cuerpo. Una fracción de este resplandor omnipresente, similar al del sol, está cubierta por la oscuridad de la naturaleza material, y esta pequeña parte constituye el cosmos material. Esta contiene innumerables galaxias similares a la que conocemos como Vía Láctea, que a su vez contienen cientos de miles de planetas como el nuestro. Mientras que los laicos están más o menos cautivados por la infinita manifestación del resplandor del Señor, los santos están más preocupados por Su forma personal, de la que todo emana. Al igual que los rayos del sol se difunden desde el globo solar, el resplandor emana de Goloka Vrindavana, el planeta más elevado del mundo espiritual, ya que el Señor ha establecido allí Su morada, Su residencia. El mundo espiritual es ilimitado y está mucho más allá del cosmos material, y está repleto de planetas espirituales llamados Vaikunthas. Los materialistas saben poco de su propia galaxia, así que qué hay del reino absoluto. Así que las mentes seculares siempre permanecen lejos del Señor. Y aunque un día logren construir una máquina con una velocidad igual a la del viento o el pensamiento, no podrán ni siquiera esperar llegar a los planetas del mundo espiritual. Para ellos, el Señor y Su sublime morada seguirán siendo para siempre un mito o un misterio problemático, pero por otro lado, el Señor siempre estará dispuesto a conceder Su compañía a Sus devotos.