oh, rey, ya no tiene deberes ni obligaciones con los devas, los sabios, su familia, sus ancestros, los humanos y los seres vivos en general». (S.B., 11.5.41)
Entendamos que, desde su nacimiento todos los humanos están en deuda con todos los que esperan que cumplan con los diferentes ritos prescritos. Pero el ser que se abandona a Krishna queda liberado de toda deuda, de toda obligación con cualquier otra persona. Además, conviene advertir que cualquiera que renuncie a todos sus deberes temporales para consagrarse al servicio exclusivo de Krishna se libera por el solo hecho de cualquier deseo personal y no se arriesga en absoluto a cometer ningún pecado. Pero si llega a despojarse de los actos reprensibles – no deliberadamente sino por accidente – Krishna le concederá toda Su protección y no estará obligado a purificarse de forma alguna, como confirma el Shrimad-Bhagavatam: «El devoto que se compromete plenamente en el servicio de amor absoluto del Señor es protegido por la Persona Suprema. Pero si, muy a su pesar, comete algún pecado o se ve obligado a cometer un acto reprensible en circunstancias excepcionales, el Señor, que está en su corazón, le concederá toda Su protección». (S.B., 11.5.42) Las sendas del saber especulativo y de la renuncia no son esenciales para el término del servicio de devoción. Ya no es necesario adoptar los principios de la no violencia y el control de los sentidos, estrictamente preconizados por otros caminos de elevación. Sin siquiera apoyar estos métodos, el devoto desarrolla todas esas virtudes gracias al servicio devocional único del Señor. En el onceavo Canto del Shrimad-Bhagavatam, el Propio Señor dice además que no es necesario cultivar el saber especulativo y la renuncia cuando estamos efectivamente comprometidos en Su servicio de devoción.
La perfección espiritual, que se puede conocer incluso en el universo material, se describe en la Bhagavad-Gita (XII.13-20): «El devoto que no envidia nada y se comporta con todos como un amigo bondadoso, que no se cree poseedor de nada, que se ha liberado del falso ego, que se mantiene igual tanto en la alegría como en la pena, que perdona, que siempre conoce la alegría y se compromete con determinación en el servicio de devoción y que ha abandonado su cuerpo y su mente al Señor Supremo, ese ser Me es muy querido. El devoto que nunca es causa de agitación para los demás y que no le afectan las alegrías ni las penas, que no depende nada de las modas de la acción material; el ser puro, experto en todo, libre de toda ansiedad, liberado del sufrimiento y que no busca recompensa con sus actos, ese ser Me es muy querido. Al que no le interesa la alegría ni la pena, no se aflige ni es ambicioso, renuncia tanto a lo favorable como a lo desfavorable, ese ser Me es muy querido. El que se muestra igual con sus amigos que con sus enemigos, que sigue siendo el mismo en la gloria y en el oprobio, el calor o el frío, el elogio o la culpa, limpio para siempre de cualquier mancha, siempre silencioso, satisfecho de todo, que no se preocupa por su alojamiento y que, inmerso en el conocimiento, Me sirve con amor y devoción, ese ser Me es muy querido. Aquel que, lleno de fe en esta imperecedera senda del servicio de devoción se compromete por completo, haciendo de mí el fin Supremo, ese ser también es muy querido para Krishna».