La Ciencia Espiritual Pura
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Es posible escapar a ese ciclo llamado samsara o la rueda sin fin de las muertes y los nacimientos, liberando nuestra consciencia de todo deseo material. El canto del mantra Hare Krishna despierta las aspiraciones naturales, espirituales del alma. Está en la naturaleza del cuerpo experimentar la atracción del placer de los sentidos y es también natural que el alma se sienta atraída por Dios. Este canto despierta, pues, nuestra consciencia divina original y nuestro deseo de servir al Señor y vivir en Su compañía. Esta simple transformación de la consciencia nos permitirá transcender el ciclo de la reencarnación.

Nuestros pensamientos en el instante de la muerte están principalmente determinados por la suma de los actos y pensamientos de toda nuestra vida. Son nuestros actos presentes los que deciden nuestra condición futura. Así, espiritualmente absorbidos en el servicio de Krishna a lo largo de esta vida, cuando abandonemos nuestra actual «envoltura» tendremos un cuerpo espiritual y ya no material. El canto del mantra Hare Krishna es, pues, el mejor medio de alcanzar la existencia absoluta.

Los que están gobernados por la virtud se elevan poco a poco hasta los planetas superiores, los dominados por la pasión se quedan en los planetas intermedios, terrestres, y los que están envueltos por la ignorancia van a parar a los mundos infernales.

Este versículo describe de forma más explícita los frutos que dan los actos realizados bajo la influencia de los diferentes gunas, los atributos de la naturaleza material. Hay un sistema planetario superior formado por planetas edénicos donde todos los seres han evolucionado. Y según el grado de virtud que ha sabido desarrollar en sí mismo, el hombre puede ascender a uno u otro de estos planetas. El más elevado de ellos se llama Satyaloka o Brahmaloka; ahí reside Brahma, el demiurgo, el primer ser de este universo. Ya hemos visto lo difícil que es imaginar las maravillosas condiciones de vida que disfrutan en Brahmaloka, pero la forma de existencia más elevada, el estado de la virtud, puede elevarnos a esta vida, al planeta de Brahma.

La pasión, situada entre la virtud y la ignorancia, recibe una mezcla de ambas. Un ser es raramente dominado por un guna puro sin un reflejo de los otros dos, pero admitamos que un hombre esté dominado solo por la pasión: su destino sería quedarse en esta Tierra como rey o personaje rico. Pero como la ignorancia se puede mezclar con la pasión, el hombre de pasión también podrá caer. Por otra parte, los habitantes de la Tierra, dominados por la pasión o la ignorancia, no pueden alcanzar los planetas superiores solo a través de la fuerza de sus medios mecánicos. Otro reflejo de la pasión es que puede llevar a un ser a la demencia en su próxima vida.

El más bajo de los gunas, la ignorancia, se encuentra aquí descrito como abominable. El aumento de la influencia de este guna representa un riesgo muy grande, el de caer en las condiciones horribles que padecen millones de especies inferiores al hombre: aves, bestias, reptiles, árboles, etc. Y el hombre cae en esas condiciones según el

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