Logos 268
El Supremo Eterno dice: «Todos los seres nacen en la ilusión, zarandeados por las dualidades del deseo y la aversión.»
La posición verdadera, original, natural y eterna del ser distinguido de Dios es una posición de subordinación al Señor Supremo, el Ser del conocimiento puro. Cuando uno divaga y se aparta del conocimiento puro, entonces cae bajo el yugo de la energía ilusoria (maya o satán), que lo incapacita para comprender a Dios, la Persona Suprema. La energía ilusoria se manifiesta en la dualidad del deseo y la aversión. En efecto, es esta dualidad la que hace que el ignorante se identifique con el Señor Supremo, que envidie la divinidad absoluta de Dios. Los sabios puros, que no están contaminados, o engañados, por el deseo o la aversión, pueden entender que el Señor aparece por su poder interior.
Aquellos que están engañados por la dualidad y la ignorancia siguen creyendo que Dios, la Persona Suprema, es una creación de energías materiales. Tal es su desgracia. Y como marca de su ceguera, pasan interminablemente por el fuego de las dualidades, el honor y la deshonra, la felicidad y la infelicidad, lo masculino y lo femenino, el bien y el mal, la alegría y la tristeza, lo correcto y lo incorrecto, y así sucesivamente, pensando cada vez: «Yo soy» el marido de esta mujer; «yo soy» el dueño de esta casa; ésta es «mi» esposa; ésta es «mi» casa; ésta es «mi» felicidad. Así es como actúan las dualidades ilusorias; aquellos que son seducidos por ellas pierden sus mentes y se vuelven incapaces de entender a Dios, la Persona Suprema.