Logos 272
Todas las acciones malas son resultado de la ignorancia, y todas las acciones buenas tienen como esencia la virtud. La ignorancia es la principal causa de sufrimiento y esclavitud. Es por ignorancia que la gente comete muchos actos pecaminosos y se atasca en la materia. Los iluminados con el verdadero conocimiento espiritual se vuelven naturalmente buenos.
El Señor Supremo dice: «Como el fuego ardiente que convierte la madera en cenizas, el infierno del conocimiento reduce a cenizas todas las consecuencias de las acciones materiales.»
El infierno del conocimiento consume todas las acciones pecaminosas. Para ello, hay que educar a la gente. Al nacer ignorantes, la educación es necesaria para disipar su ignorancia. Nacidos en la ilusión de la concepción corpórea de la existencia, los hombres se comportan como animales. Por lo tanto, necesitan ser educados para entender que no son el cuerpo material sino un alma espiritual. El que adquiere realmente el conocimiento perfecto se convierte en bueno.
El alma es virtuosa por naturaleza. El ser vivo está cubierto por las influencias inferiores de la naturaleza material, a saber, la Pasión y la Ignorancia. Lavado de esta mancha, su virtud brotará. El alma es originalmente virtuosa porque es parte integrante de Dios, que es infinitamente bueno. Aunque esté cubierta por la materia (un cuerpo material), el alma sigue siendo virtuosa. El mal absoluto resulta del olvido de la Verdad Absoluta. Krishna, Dios, la Persona Suprema encarna esta Verdad Absoluta y la ausencia de conciencia de Krishna, el mal absoluto. Desde el ángulo del mal absoluto, podemos decir «esto es bueno, esto es malo», pero esto es pura especulación.
Es posible volver a nuestra morada original con Dios en su reino eterno si siempre trabajamos por el bien de los demás. La mayor obra humanitaria es elevar a la humanidad al nivel de conocimiento y conciencia de Dios como realmente es. Esta es la verdadera obra de caridad.
Logos 273
El Supremo Eterno dice: «Aquel que nunca causa malestar a otros, y a quien el malestar nunca perturba, y a quien las alegrías y las penas no afectan, es muy querido por Mí.»
Bueno para todos, el santo virtuoso no causa dificultad, miedo, ansiedad o descontento a nadie. Aunque otros traten de agitarlo, no se turba, pues por la gracia del Señor ha aprendido a no sucumbir a los asaltos del mundo exterior. De hecho, la conciencia de Dios y el servicio devocional lo absorben hasta tal punto que ninguna circunstancia material puede realmente cautivarlo.
El materialista suele exultar en cada placer que llega a sus sentidos, o se roe a sí mismo con pena y celos cuando ve a otros disfrutar de un objeto de placer sensorial al que él no tiene acceso; vive con miedo cuando espera sufrir la venganza de un enemigo, y se deprime si no puede realizar una tarea con éxito.
El santo virtuoso, sin embargo, trasciende todas estas perturbaciones y, por lo tanto, es muy querido por Dios.