Logos 171
El Señor dice: «Uno debe establecerse en el nivel espiritual, más allá de los diversos niveles de conciencia material, y permanecer libre de cualquier otra concepción de la existencia. Liberándose así de la identificación con el cuerpo, hay que aprender a ver el propio ser como se ve el sol en el cielo.»
La conciencia actúa en tres niveles diferentes bajo la influencia de una concepción material de la existencia, según se esté en estado de vigilia, en semisueño o en sueño profundo. Pero para llegar a ser conscientes de Dios, debemos trascender estos tres niveles. Nuestra conciencia actual debe estar libre de todas las percepciones de la vida que son ajenas a la conciencia de Krishna, Dios, la Persona Suprema. Cuando uno alcanza la perfecta conciencia de Dios, sólo ve a Dios.
Muchos objetos móviles e inmóviles pueden llegar a la vista del perfecto virtuoso, pero él verá la energía de Krishna, Dios, actuando en todo. En cuanto recuerda la energía del Señor, recuerda al Supremo Eterno en su forma personal. Así, él ve en todas las cosas sólo a Krishna. Aquel cuyos ojos están ungidos con el bálsamo del amor a Dios sólo ve a Krishna, por dentro y por fuera. Debemos liberarnos de cualquier otra visión, y así escapar de la identificación de nuestro cuerpo y vernos como un eterno servidor del Señor. El ser que ha desarrollado plenamente su conciencia de Dios puede ver a Dios y su energía.
Cuando se elimina la identificación del yo con el cuerpo, obtenemos la visión real de la existencia. En consecuencia, los sentidos también deben ser purificados, pues sólo entonces comienza el verdadero servicio divino.
Logos 172
En verdad, todo ser está predestinado, en su cuerpo actual, a una cierta cantidad de alegrías y penas. Esto se llama la ley del karma.
Nadie, por su propio esfuerzo, puede adquirir más dinero, si no todos los hombres serían prácticamente igual de ricos. En realidad, cada uno gana y adquiere según su karma, que está predestinado. Según la ciencia de Dios, a veces nos enfrentamos a situaciones dolorosas o peligrosas sin haber hecho nada por ello; y del mismo modo, podemos experimentar la prosperidad sin haberla buscado especialmente. Por lo tanto, se nos aconseja que dejemos que estas cosas vengan de acuerdo con nuestro destino. En cambio, deberíamos utilizar nuestro precioso tiempo para cultivar la conciencia de Dios.
En otras palabras, debemos estar satisfechos con nuestra condición natural. Si, por los caminos del destino, nos vemos reducidos a vivir una vida muy modesta en comparación con los demás, no debemos preocuparnos. Debemos utilizar el precioso tiempo que se nos asigna sólo para progresar en la conciencia de Dios. Este progreso no depende de la prosperidad o la pobreza material; es independiente de las condiciones impuestas por la existencia material. Un hombre muy pobre puede practicar la conciencia de Dios con tanto éxito como un hombre muy rico. Por lo tanto, debemos estar muy satisfechos con la posición que nos ha asignado el Señor.