Logos 173
Un devoto del Señor Soberano que practica seriamente el servicio de amor y devoción a la Persona Divina es igual a todos los seres vivos, seres celestiales, seres humanos, animales y plantas.
Hay diferentes especies vivientes, pero el siervo de Dios (el siervo de Dios) no considera la envoltura carnal; ve el alma que habita dentro del cuerpo. Siendo cada una de estas almas una pequeña parte de Dios, no ve ninguna distinción entre ellas. Tal es la visión de un ser santo que posee conocimiento. El santo, o sabio, no hace distinción entre un predicador erudito, un perro, un elefante o una vaca, pues sabe que el cuerpo es sólo una cáscara exterior y que el alma es en realidad una partícula espiritual del Señor Supremo.
El ser santo no concibe hostilidad hacia ningún ser, pero no se asocia con cualquiera, porque aunque no considera a nadie como su enemigo, sólo intercambia relaciones con aquellos que practican el servicio devocional. Todo lo que gana, lo que come y lo que hace, lo ofrece al Señor Soberano, para su satisfacción. Debe ser siempre reflexivo, sereno, benévolo, compasivo y consciente de su verdadero ser.
Logos 174
Estas tres verdades deben dictar nuestra conducta en todo momento y en todo lugar.
1°)-Todo en el universo material y en el mundo espiritual pertenece al Eterno Supremo. 2°)-Su satisfacción es el criterio último de toda acción; debemos hacer sólo su voluntad, ofrecerle todos nuestros actos y unir nuestro interés al suyo. 3°)-Es el mejor amigo de todos los seres.
No sólo debemos comprender estas tres verdades y aplicarlas, sino que también debemos difundir la conciencia de Dios. Tan pronto como uno se vuelve seriamente al servicio de amor y devoción ofrecido al Señor, la tendencia ilusoria a dominar la naturaleza material desaparece naturalmente. En lugar de tratar vanamente de gobernar la energía material, dediquémonos a la conciencia de Dios; ahí reside el verdadero dominio de la conciencia. La práctica de la unión con Dios requiere el dominio de los sentidos.