Logos 78
La ley del más fuerte, por la que todo hombre en este mundo debe luchar para asegurar su subsistencia, resulta de la falta de armonía entre las almas encarnadas condicionadas por la materia, cada una deseando dominar las energías materiales.
Esta mentalidad es la causa de su estado condicionado. Para que las tendencias imitativas de estos falsos señores puedan ejercerse libremente, la energía ilusoria de Dios, llamada maya o satán, ha sembrado la disensión entre los seres condicionados creando para cada especie viviente fuertes y débiles. En resumen, el sentido de dominio sobre la naturaleza material, así como la creación de seres fuertes y débiles, ha conducido naturalmente a la disparidad, de ahí la necesidad de luchar por la supervivencia.
En el mundo espiritual, sin embargo, no hay disensión, ni lucha por la existencia, pues allí cada uno vive eternamente y tampoco hay disparidad. Todos están apegados al servicio del Señor Supremo, libres de cualquier deseo de imitar al Señor convirtiéndose en beneficiarios de todo. Como creador de todo lo que existe, incluidos los seres vivos, el Señor es el verdadero dueño y beneficiario de todas las cosas. Por otro lado, en el universo material, el ser separado, bajo el hechizo de maya, la ilusión, o satán, pierde el sentido de su relación eterna con el Señor Supremo, y queda sujeto al condicionamiento de la ley del más fuerte y a la lucha por la existencia.
Logos 79
El Señor dice: «Cuando han llegado a Mí, los seres santos devotos, esas grandes almas, esas nobles almas, nunca más vuelven a este mundo transitorio de sufrimiento (el universo material). Sólo a través del servicio devocional puedo ser conocido como soy.»
El alma pura que, habiendo ocupado sus sentidos en el servicio devocional, alcanza el reino de Dios y disfruta de la compañía del Señor y de las almas liberadas que viven allí, nunca más sentirá ninguna atracción por los limitados bienes del mundo material. El servicio devocional al Señor realmente llena al alma pura con dos grandes gracias, la paz y la plenitud. Disfruta de la compañía del Todo perfecto, Dios, y experimenta la paz y la satisfacción perfectas.
Para alcanzar el amor de Dios, uno debe estar completamente libre de todas las demás aspiraciones. Uno alcanza el nivel de amor por Dios a través del servicio devocional puro, aprendiendo a trabajar con amor por el objeto de su amor, por la Persona Suprema. Quien llega al reino de Dios no volverá nunca más al mundo material donde reinan el miedo, la ansiedad, el sufrimiento y la muerte. Sólo elevarse al nivel de vivir en compañía del Señor es la más alta perfección de la existencia.