Logos 81
Conocer a Dios, la Persona Suprema, es la perfección de la existencia y la vida eterna. Él es el objetivo último de la existencia y la reserva de todas las bendiciones.
Tenemos que modelar nuestra existencia de tal manera que poco a poco el recuerdo del Señor marque cada etapa de nuestra vida. Debemos ser plenamente conscientes de que el alma encarnada y condicionada recibe la forma humana para alcanzar la perfección espiritual. Sólo Dios confiere la salvación, la liberación.
La verdadera caridad consiste en poner a Dios en el corazón y en la mente de nuestros parientes, amigos y de todas las personas con las que nos encontremos, e incitarlas a servir a Dios, en lugar de emprender obras filantrópicas con el pretexto de querer ayudar a las personas necesitadas, porque estas últimas tienen como única base el acto interesado y, por debajo, el cálculo.
Estas personas equivocadas ignoran totalmente que uno puede servir mejor a su familia convirtiéndose en un devoto del Señor. El Señor concede una protección especial a los descendientes y familiares de su santo siervo, aunque sean ateos. Tal es la bondad del Señor que da toda la protección a los miembros de la familia de Sus devotos, de modo que el siervo santo no tiene que preocuparse por sus intereses familiares, aunque tenga que dejar a algunos de sus parientes para dedicarse al servicio devocional.
Logos 82
Más allá de los confines de la creación material, que se asemeja a una nube en el cielo espiritual, está el mundo espiritual, poblado por innumerables planetas espirituales llamados Vaiku??has. El Señor Supremo gobierna sobre cada uno de ellos.
Todos los seres que los habitan son almas liberadas, dotadas de cuerpos espirituales y que gozan de las mismas virtudes que el Señor. Allí no hay contaminación material. Todo es espiritual, por lo que no hay objeto de lamentación. En todas partes existe la dicha espiritual y absoluta, sin nacimiento, enfermedad, vejez o muerte.
Entre todos los planetas espirituales, hay uno supremo con el nombre de Goloka Vi?ndavana, que es la morada de Krishna, Dios, la Persona Suprema y Sus compañeros íntimos.
Cuando un gran siervo de Dios deja este mundo material, no necesita lamentarse, pues está destinado a entrar en el reino de Dios.