El que revive su relación eterna con Dios, ahora olvidada bajo la influencia de la naturaleza material, su energía ilusoria, puede alcanzar la prosperidad y la paz eternas. En cuanto el alma encarnada, condicionada por la materia, reaviva su relación con Dios, se libera de la ilusión en la que la energía material la ha sumido, y se llena del deseo frenético de vivir en contacto con el Señor. Ahora bien, esta unión es posible, no sólo a través del contacto con la Persona del Señor mismo, sino también con Su Nombre, Su Fama, Su Forma y Sus Atributos.
Logos 64
La cólera de los hombres que desean dominar la naturaleza material provoca, mediante la interacción de la guerra, la aniquilación del número de seres indeseables.
Las decisiones de los actos de guerra tienen lugar en la sociedad sólo por culpa de los hombres, el Señor no es responsable de ninguna manera.
Sin embargo, Aquel que mantiene la creación también desea que la humanidad en su conjunto adopte el camino correcto de la realización espiritual, y así acceda a Su reino divino. El Señor no tiene otro deseo que ver a las almas que sufren regresar a su morada original, para encontrar su lugar con Él, lejos de las tres fuentes de sufrimiento material. El sufrimiento del cuerpo y la mente, el sufrimiento causado por otras entidades vivientes y el sufrimiento causado por los elementos de la naturaleza material, el frío o el calor extremos, los rayos, los terremotos, los huracanes, la sequía…
Es para este propósito que toda la creación fue concebida, y quienquiera que no entre en razón, y llegue a la conclusión de que debe regresar a Dios, a su verdadera morada, tendrá que seguir sufriendo en el universo material, sufrir los embates de la energía ilusoria del Señor.
Logos 65
Nadie debe presumir de haber adquirido riqueza y/o poder por sus propios medios. Todos los poderes y la fuerza provienen de la fuente original, Dios, porque Él es absoluto. Actúan mientras Él lo desea, y pierden toda realidad en cuanto Él los retira.
Tales poderes pueden ser otorgados o retirados en un momento por la suprema voluntad del Señor. El hombre no sabe que más allá de las leyes de la naturaleza está el Señor Supremo, el Amo Soberano, y que bajo Su mando actúan las leyes de la naturaleza. Por tanto, siempre que haya paz en el mundo, hay que saber que se debe a la buena voluntad del Señor. Y del mismo modo, cuando la sociedad experimenta cualquier conmoción, también debe ser vista como la voluntad suprema del Señor. Ni
una brizna de hierba se mueve si no es por la voluntad del Señor. Siempre que se transgrede el orden establecido por el Señor, surgen conflictos y guerras entre los hombres y entre las naciones.
El camino más seguro hacia la paz es utilizar todas las cosas en el orden establecido por el Señor. Esta ley divina nos ordena actuar, comer, sacrificar y dar caridad sólo para la mayor satisfacción del Señor. Nadie debe hacer nada en contra de su voluntad. El valor de una acción se juzga por la atención prestada, por lo que hay que aprender a distinguir entre las acciones agradables al Señor y las que causan su desagrado. Los criterios de actuación residen en la satisfacción o insatisfacción del Señor. No hay lugar para el capricho; sólo la voluntad del Señor debe dictar nuestra conducta. Todas las acciones deben realizarse en comunión con el Señor Supremo. Así se define el arte de la acción perfecta.