Chaitanya, el Avatar de Oro
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En esta época, no es posible adquirir el conocimiento espiritual ni mediante la renuncia, ni mediante el servicio devocional mixto, ni mediante la acción interesada bajo el signo de la devoción mixta, ni mediante la mera búsqueda del conocimiento. Dado que las personas son poco evolucionadas, la mayoría de ellas realmente caídas, y sus vidas son demasiado cortas para permitirles ascender por un camino gradual, es mejor, según Chaitanya, que permanezcan como están, mientras escuchan las acciones del Señor Supremo tal como se describen en el Bhagavad-Gita y el Srimad-Bhagavatam. Sin embargo, el mensaje de estas sagradas escrituras debe ser recibido de labios de almas realizadas. Así, una persona puede seguir viviendo según su estado y seguir progresando espiritualmente, de forma segura y manifiesta, hasta alcanzar la plena conciencia de sí mismo y de Dios, la Persona Suprema. El acceso al amor puro de Dios es la más alta perfección. Cuando el amor a Dios se establece en el plano de la afinidad, se llama amor puro y espontáneo a Dios, el más alto éxtasis que el alma espiritual puede alcanzar. Inicialmente, no hay ninguna relación especial entre el Señor Supremo y el devoto. Pero cuando el amor de Dios se desarrolla, tal relación toma forma bajo el signo de diversos sentimientos espirituales. El primero de estos sentimientos es una actitud de servicio, por la cual el Señor es visto como el Maestro y el devoto como Su eterno servidor.

Los sabios afirman: «No hay nada imposible para un devoto puro, ya que siempre está ocupado en el servicio amoroso espiritual del Señor Supremo, cuyo Nombre es el único suficiente para conferir la liberación.»

«Mi Señor, los que se mantienen al margen de tu servicio están indefensos. Trabajan por su cuenta, no tienen apoyo de ninguna autoridad. Por lo tanto, anhelo el día en que me absorba completamente en su servicio de amor absoluto, sin ningún deseo de satisfacción material y sin vagar en el plano mental. Sólo saborearé la verdadera espiritualidad cuando practique este servicio devocional sin mezcla.»

Toda relación personal con Dios comienza necesariamente con una relación de siervo-maestro y luego, si es necesario, se convierte en amistad, después en amor paternal y finalmente en amor conyugal. Quien se establece en su propia relación con Dios, la Persona Suprema, está en la mejor relación para él.

Sin embargo, un análisis de los sentimientos espirituales que caracterizan las diferentes relaciones con la Divinidad revela que la relación neutral (pasiva) con el Señor Supremo se encuentra en el primer nivel. Una realización más elevada de Dios es verle como su Maestro y, más allá, como su Amigo, y más elevada aún es la relación en la que uno percibe al Señor como su Hijo. La relación parental es, pues, más evolucionada y de mayor calidad que la relación de amistad, pero la relación suprema de todas es aquella en la que se desarrolla un amor conyugal por el Señor Soberano. La realización espiritual con una actitud de servicio es en sí misma trascendental, pero cuando esta actitud se transforma en sentimiento fraternal, la relación se profundiza aún más. Y cuando el afecto se intensifica, la relación se establece entonces a nivel de los padres. Sin embargo, en última instancia, el amor conyugal es la relación más elevada que puede unirnos con el Señor Supremo. Cualquier afecto espiritual por el Señor Supremo en cualquier nivel es indudablemente trascendental, pero lo que es único para un devoto en particular es más deleitable para él que para cualquier otro.

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