El ser separado (el alma individual separada de Dios) está eternamente subordinado al Señor Soberano, que sigue siendo siempre el Maestro de todas las energías, mientras que el ser separado está siempre bajo el control de las energías del Señor. Aunque cualitativamente es idéntico al Supremo, el ser vivo busca dominar la naturaleza material, excepto que siendo infinitesimal, está sujeto a la dominación de la naturaleza material. Por lo tanto, se dice que representa la energía marginal del Señor. Debido a que tiende a ser dominado por la naturaleza material, el ser viviente no puede en ningún momento llegar a ser Uno con el Señor Supremo. Si el ser separado fuera igual a Dios, nunca podría ser dominado por la energía material. El ser separado es como una de las energías del Señor, aunque inseparable de su fuente, la energía no puede ser igual a ella. En otras palabras, el ser vivo es simultáneamente diferente y no diferente del Señor Supremo. La tierra, el agua, el fuego, el aire, el éter, la mente, la inteligencia y el falso ego son las ocho energías elementales del Ser Supremo, energías de calidad inferior, mientras que el ser separado es de calidad superior. El Señor Supremo es eterno, todo conocimiento y dicha.
La manifestación cósmica es una transformación de la energía del Señor, aunque Él y Su energía son indistintos e inseparables. Aunque Él produce la gigantesca manifestación cósmica, el Señor Supremo siempre retiene Su forma trascendental.
El Señor es el Maestro de innumerables energías infinitas, por lo que manifiesta los subproductos de estas energías de diversas maneras. Todo está bajo su dominio. El Señor Supremo es también el Maestro Supremo, que se manifiesta en innumerables energías y emanaciones. La Verdad Absoluta, Dios, la Persona Suprema, nunca puede ser impersonal, o la nada, ya que posee innumerables poderes. Puede presentarse en muchas formas disfrutando de innumerables energías sin dejar de ser Dios, la Persona Suprema y Absoluta. Aunque Él se despliega en muchas formas y difunde sus innumerables energías, mantiene su posición trascendental para siempre.
El Señor Chaitanya ha declarado que la literatura védica (de los Vedas, las sagradas escrituras originales) tiene tres objetivos: conocer nuestra relación con el Absoluto, Dios, la Persona Suprema, actuar de acuerdo con este conocimiento, esta comprensión y alcanzar la más alta perfección de la existencia: el amor a Dios.
El servicio devocional al Señor Supremo es la más alta perfección del entendimiento humano. Fascina incluso a las almas liberadas que, por el inconcebible poder de Dios, la Persona Suprema, se convierten en sus devotos. Alcanzar la conciencia pura es comprender que uno es el eterno servidor del Señor Supremo. En las garras de la ilusión, una persona de menor inteligencia equipara el yo con los cuerpos burdo (materia gruesa) y sutil (etéreo), una noción que es el fundamento mismo de la doctrina de la transferencia. En verdad, las partes integrantes del Supremo (Dios) no están eternamente sujetas a esta noción errónea de existencia corpórea burda y sutil. Las envolturas burda y sutil del ser vivo no constituyen su forma eterna, pues están sujetas a cambios.