Chaitanya, el Avatar de Oro
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El Señor dice: «Yo entro en cada uno de los planetas, y con Mi energía los mantengo en su órbita.»

Si el Señor Krishna Chaitanya Mahaprabhu no los apoyara con Su poderoso agarre, todos los mundos se dispersarían como el polvo en el aire. Los estudiosos modernos apenas pueden dar una explicación práctica a esta inconcebible fuerza del Señor. Los poderes del Señor Chaitanya Mahaprabhu son multifacéticos. Es a través de sus diversos agentes, dotados por Él de poderes, que el Señor mantiene y protege todo lo que es. Pero Él mismo sólo protege personalmente a sus devotos, como un rey que toma a sus hijos bajo su propia égida, mientras que confía a sus ayudantes la tarea de proteger el estado y velar por sus necesidades.

El Señor es el guía de los siervos y siervas de Dios. Él instruye personalmente a Sus devotos sinceros para que progresen definitivamente en el camino del amor y la devoción al Señor y alcancen el reino de Dios. El Señor es también el receptor de toda la adoración que le ofrecen Sus devotos, para quienes Él es la meta, el objetivo final. Para ellos, el Señor crea una situación propicia para el desarrollo de un sentimiento de amor trascendental hacia Él. Para ello, a veces les quita por la fuerza todos sus apegos materiales y hace inútiles todos sus medios de protección material.

No hay nada que vincule directamente al Señor con la creación, el mantenimiento y la destrucción del universo material, pues Él disfruta eternamente de la dicha trascendental que proviene del despliegue de Su poder interior. Sin embargo, para poner en marcha las energías materiales y marginales (constituidas por los seres separados), Él toma la forma de Avatares Supremos, dotados de poderes similares a los Suyos. Estos Avatares Supremos también pertenecen al orden de las manifestaciones divinas, ya que ninguno de ellos difiere de la forma original del Señor Supremo. Los seres separados (las almas individuales distintas de Dios que somos cada uno de nosotros), en cambio, son fragmentos diminutos de Su persona y no difieren cualitativamente de Él. Se dirigen al mundo material para satisfacer sus deseos de independencia a través de los placeres mundanos, pero todavía están sujetos a la voluntad suprema del Señor, que toma la forma del Alma Suprema, para supervisar el cumplimiento de sus deseos de disfrute material. Sin duda son una parte integral del Señor Supremo, de quien no difieren cualitativamente, pero están eternamente subordinados a Él. Nunca son iguales a Él, ni forman un solo Ser con Dios. Esa manifestación del Señor que acompaña al ser separado se llama Alma Suprema. Por lo tanto, nadie debe poner en igualdad de condiciones al alma infinitesimal y al Ser Supremo.

En el Señor reside toda la manifestación cósmica, tanto la animada como la inanimada. El ser tiene dos tipos de cuerpos materiales, uno sutil, etéreo, formado por la mente, la inteligencia y el falso ego, y el otro grueso, de materia densa, formado por los cinco elementos fundamentales; tierra, agua, aire, fuego, éter, por lo que evoluciona en tres planos, grueso o material, sutil o etéreo y espiritual. Pero es ante todo un alma espiritual.

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