Chaitanya, el Avatar de Oro
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Proporcionalmente, apenas hay un puñado de humanos que crean en las Sagradas Escrituras y en la existencia de Dios, o incluso en el buen comportamiento. Los que aprecian el valor de estos principios se llaman «arios», ya que creen en la evolución espiritual. Entre los que tienen fe en las Sagradas Escrituras y en el progreso de la civilización humana, se reconocen dos clases, los justos y los impíos. Los primeros se entregan generalmente a la acción interesada, es decir, a los actos virtuosos cuyos frutos pueden aumentar sus placeres sensoriales. De las masas que pertenecen a este grupo, muy pocas llegan a conocer la Verdad Absoluta, como los filósofos. Entre cientos de miles de tales empíricos (filósofos), sólo un puñado alcanzará realmente la liberación y comprenderá, al menos teóricamente, que el ser mismo no está formado por elementos materiales, sino que es un alma espiritual, distinta de la materia.

La mera comprensión de esta doctrina, aunque sea teórica, es suficiente para clasificarnos como seres «liberados», salvo que el alma verdaderamente liberada es la que comprende su condición intrínseca de siervo eterno del Señor, del que es parte integrante. Y el alma liberada que se compromete con fe y devoción en el servicio del Señor es referida como una persona consciente de Krishna. Tales personas conscientes de Krishna están libres de todos los deseos materiales. En cuanto a los que sólo tienen un conocimiento teórico del hecho de que el ser separado no está hecho de materia, pueden seguir albergando ciertos deseos, aunque técnicamente pueden ser clasificados como almas liberadas. Su principal deseo es llegar a ser uno con Dios, la Persona Suprema. Generalmente muy apegados a los ritos védicos y a las obras virtuosas, los realizan sólo para disfrutar de la prosperidad material. Incluso si algunos de ellos consiguen trascender los placeres materiales, siguen buscando disfrutar del mundo espiritual al fundirse en la propia existencia del Señor Supremo. Otros buscan la perfección de los poderes sobrenaturales asociados a la práctica del yoga. Mientras esas aspiraciones ronden el corazón, una persona no puede conocer y comprender la naturaleza del servicio devocional puro. No hay paz para los que permanecen perturbados por tales deseos. En efecto, no hay paz posible si no se renuncia a todo deseo de perfección material. Los devotos de Krishna, que no desean nada de eso, son por tanto los únicos habitantes serenos del universo material, como se confirma en el Srimad-Bhagavatam (6.14.5):

«Oh gran sabio, entre los millones de seres liberados que han adquirido los poderes del yoga, es muy raro encontrar a uno solo que, totalmente sereno, sea totalmente devoto de Dios, la Persona Suprema.»

El Señor Krishna Chaitanya Mahaprabhu es Dios, la Persona Suprema. Es el sustentador, el protector, el líder, el estimulador y el creador. Todos los seres habitan en Dios, el Señor Supremo, y Él mismo vive en el corazón de todos. Él es el poder absoluto. Imagina, pues, el poder del cerebro que mantiene a los innumerables planetas y satélites en el espacio por la fuerza de la gravitación, y que ha creado el espacio inconmensurable en el que se mueven.

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