Pero la inteligencia es superior a ella, y el alma es aún más sutil que la inteligencia. El alma es antimaterial, de naturaleza espiritual, a diferencia de la mente y la inteligencia. Su poder y sutileza superan al de la inteligencia en cientos de miles de veces. Por tanto, podemos hacernos una idea de la velocidad a la que el alma se desplaza de un planeta a otro. Además, no hace falta decir que se desplaza por su propia fuerza y no necesita un vehículo material.
La civilización bestial, preocupada sólo por comer, dormir, defenderse y satisfacer los deseos de los sentidos, ha extraviado al hombre moderno, haciéndole olvidar lo poderosa que es su alma. Ya hemos explicado que el alma es una chispa espiritual mucho más brillante, radiante y poderosa que el sol, la luna o la electricidad. El hombre desperdicia su vida si no se da cuenta de que su verdadera identidad es espiritual. Fue para salvarlo de esa «civilización» que apareció el Señor Chaitanya Mahaprabhu, y con él el Señor Nityananda, su plena emanación.
El Śrīmad-Bhāgavatam también registra de qué manera el espiritualista puede ir a todos los planetas del universo. En el curso de esta práctica, cuando eleva su fuerza vital a la parte superior del cráneo, es muy probable que fluya fuera del cuerpo a través de los orificios de los ojos, la nariz o las orejas, estas regiones del cuerpo forman lo que se llama la séptima órbita de la fuerza vital. El espiritista, sin embargo, puede bloquear estos orificios suspendiendo completamente la circulación del aire en su cuerpo. A continuación, fija cuidadosamente su fuerza vital en el entrecejo y concentra su mente en el planeta al que desea llegar tras abandonar el cuerpo. Puede elegir llegar a la morada de Kṛiṣhṇa en el reino trascendental de Vaikuṇṭha, desde donde nunca más tendrá que descender al universo material, o puede elegir ir a los planetas edénicos de nuestra galaxia. El espiritualista consumado es libre de adoptar cualquiera de los dos caminos. Para el espiritista perfecto, que es capaz de abandonar su cuerpo y conservar la plena posesión de su conciencia, ir de un planeta a otro es tan fácil como ir a la tienda de la esquina para un hombre corriente.
Como ya hemos visto, el cuerpo material es sólo la envoltura del alma espiritual. La mente y la inteligencia son las primeras envolturas, y el cuerpo material grueso, hecho de tierra, agua, aire, fuego y éter, es la envoltura exterior. Todo espiritista que haya alcanzado la realización espiritual y haya comprendido la relación entre la materia y el espíritu, puede abandonar la vestimenta burda del alma de manera perfecta cuando lo desee. Por la gracia de Dios tenemos plena libertad. En su perfecta benevolencia hacia nosotros, nos permite elegir dónde queremos vivir. En el cosmos material o en el mundo espiritual, en el planeta que elijamos. El mal uso de esta independencia es lo que hace que el ser vivo caiga en el mundo material, donde se ve obligado a sufrir los tres tipos de sufrimiento inherentes a la vida condicionada [los que se originan en el cuerpo y la mente, los causados por otras entidades vivientes y los que se originan en los elementos de la naturaleza material, como el frío o el calor extremos, los rayos, los terremotos, los huracanes, la sequía, etc.].