en cualquier parte de la galaxia los seres demoníacos crean estragos, el Señor aparece para proteger a sus devotos.
Es la vida sexual, y sólo ella, la que perpetúa vida tras vida la existencia condicionada en la materia.
Sólo a través de la continencia podemos romper la cadena que nos mantiene cautivos en este mundo material y alcanzar la inmortalidad.
El mundo espiritual, que representa las tres cuartas partes de la energía del Señor, se extiende más allá del cosmos material; está destinado especialmente a los que no han de renacer nunca más. Sin embargo, aquellos que permanecen apegados a la vida familiar y que no observan estrictamente los votos de celibato, deben permanecer en las tres esferas de la galaxia material.
El beneficio más elevado que se puede conferir al hombre es instruirlo para que se desprenda de la vida sexual, pues sólo ella perpetúa, vida tras vida, la existencia condicionada en la materia. La civilización que no propugna ninguna restricción sexual debe considerarse degradada, pues crea un clima en el que será imposible que el alma escape de la prisión del cuerpo material. El nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte forman parte del cuerpo material y se oponen a la naturaleza misma del alma espiritual. Pero mientras se alimente la atracción por el placer de los sentidos, el alma separada se ve obligada a perpetuar el ciclo de muertes y renacimientos sucesivos en nombre del cuerpo material: una mera prenda de vestir sujeta a las leyes del desgaste.
La institución de las divisiones sociales confiere al hombre el mayor de los beneficios al educarlo desde la infancia mediante un voto de continencia. La orden del celibato, la continencia y el estudio de los conocimientos espirituales está destinada a los discípulos instruidos en la observancia de una rigurosa continencia. Aquellos que adoptan esta fase de celibato y continencia desde una edad muy temprana, cuando no tienen ninguna atracción por la vida sexual, no tendrán ninguna dificultad en mantener su voto; así establecidos en este camino, alcanzarán la más alta perfección, la de entrar en el reino donde predominan las tres cuartas partes de la energía del Señor, y donde no hay ni muerte ni miedo, sino una existencia dichosa, todo conocimiento y eternidad. Quien está apegado a la vida familiar abandonará fácilmente la actividad sexual si ha sido educado según estos preceptos. Se aconseja al cabeza de familia que abandone su casa al cumplir los cincuenta años y se vaya a vivir como ermitaño. Entonces, cuando se desprende completamente del afecto por los miembros de su familia, abraza la orden de renuncia para trabajar plenamente en el servicio del Señor. Toda educación religiosa en la que se capacite al devoto para hacer voto de continencia es beneficiosa, ya que sólo los que reciban tal educación podrán poner fin a esta triste existencia material.