todas las necesidades sin dificultad. Evitando la creación de necesidades artificiales, al hombre le resultará más fácil satisfacerse con lo mínimo. Las «necesidades artificiales» se refieren a las actividades destinadas al placer de los sentidos, que es la base del desarrollo actual de la civilización. Una civilización perfecta no se basa en el placer de los sentidos, sino en el alma. Los hombres que se llaman civilizados, pero que sólo viven para el placer de los sentidos, no son mejores que los animales, pues éstos no pueden elevarse por encima de la actividad de los sentidos. Aunque la mente es superior a los sentidos, una civilización basada en el pensamiento especulativo no es una sociedad perfecta. Más allá de la mente está la inteligencia, y es sobre la civilización de la inteligencia que la palabra de Dios nos habla. El Bhagavad-gita (Palabras de Krishna, Cristo, Dios, la Persona Suprema), por tratarse esencialmente de la inteligencia del hombre, traza el camino evolutivo de una civilización anímica-espiritual, y la ciencia espiritual pura describirá esta civilización en su pleno florecimiento. El hombre que ha alcanzado esta etapa entra entonces en el reino de Dios. El Reino de Dios: el sol, la luna o la electricidad, aunque son indispensables en este mundo oscuro, no son necesarios allí (véase «El mundo espiritual»). Quien basa su vida en los principios de una civilización centrada en el alma, o en otras palabras, quien adopta el camino del servicio devocional, es entonces capaz de entrar en este reino de Dios, y así alcanzar la más alta perfección de la existencia. Así vivirá eternamente en el nivel del alma, con un conocimiento perfecto del servicio amoroso absoluto ofrecido al Señor.
Por lo tanto, al sacrificar sus vastas posesiones materiales en beneficio de esta civilización del alma, el ser santo se califica para el reino de Dios, en comparación con el cual el reino celestial de nuestra galaxia parece insignificante. Aquellos que disfrutan de los beneficios materiales de una civilización que complace a los sentidos deberían esforzarse por alcanzar el reino de Dios siguiendo los pasos de Su santo siervo. Este camino es el que preconiza el Señor.
Ni Brahma el demiurgo, el primer ser creado y gobernante de nuestra galaxia, ni todos los sabios conocen realmente la omnipotencia de Dios, la Persona Suprema. El Señor Supremo y Todopoderoso tiene tres energías principales, la interna, la externa y la marginal, que a su vez se despliegan infinitamente. Nadie puede estimar el alcance de estos poderes, ya que ni siquiera el Señor mismo, en la forma de Sesa, puede estimarlos, aunque haya estado describiendo las glorias del Señor desde tiempos inmemoriales con sus mil bocas.
Sin embargo, cualquiera que reciba el favor especial de la Persona Suprema por entregarse por completo en el servicio de amor y devoción ofrecido al Señor, podrá cruzar el océano infranqueable de la ilusión y realizar al Señor; pero ciertamente no el que permanece apegado al cuerpo, que finalmente caerá en el polvo y volverá a la tierra.
Los seres puros conocen las glorias del Señor, ya que pueden percibir su grandeza y el extraordinario despliegue de sus diversas energías. Sin embargo, aquellos que