especies más bajas a causa de las acciones pecaminosas que han acompañado a una vida larga y pecaminosa, por lo que desperdician toda la energía que la forma humana les ha dado.
Para evitar el peligro de malgastar la vida humana y apegarse a las ilusiones, hay que tomar conciencia a los cincuenta años, si no antes, de la proximidad de la muerte. Es importante darse cuenta de que la muerte puede ocurrir en cualquier momento, incluso antes de los cincuenta años, y que, por tanto, hay que prepararse para una vida futura mejor. El camino de la organización natural de la sociedad creada por Dios está tan marcado que guía a la persona que lo adopta hacia una existencia futura mejor, sin el menor riesgo de que la forma humana se desperdicie.
Los lugares sagrados de todo el mundo están pensados específicamente como refugio para las personas que han dejado la vida laboral para prepararse para una existencia futura mejor. Los seres inteligentes deben ir allí cuando pasan de los cincuenta años y se acerca la muerte, precisamente para dedicar su tiempo a un renacimiento espiritual y liberarse así de los apegos familiares que los mantienen cautivos de la existencia material. Si es aconsejable abandonar el hogar para deshacerse de los apegos materiales, es precisamente porque los que se aferran a él hasta la muerte no pueden liberarse de ningún apego material, y así atados, no pueden concebir la libertad espiritual. Sin embargo, no hay que enorgullecerse de haber abandonado el propio hogar o de haber fundado otro en las peregrinaciones sagradas, ya sean legales o no. Muchas personas que renuncian a sus hogares y van a los lugares sagrados, pero por malas compañías, establecen relaciones ilícitas con el sexo opuesto y vuelven a caer en la vida familiar. Tan poderosa es la energía material ilusoria que es capaz de ejercer su hechizo en todas las etapas de la vida, incluso si uno ha renunciado a la felicidad del hogar.
Por lo tanto, es esencial practicar el autocontrol a través del celibato, excluyendo cualquier deseo sexual. De hecho, para quienes aspiran a perfeccionar su existencia, la vida sexual es sinónimo de suicidio, o algo peor. Renunciar a la vida familiar es, por tanto, controlar todas las formas de deseo relacionadas con el placer de los sentidos, y en particular los deseos sexuales. Para conseguirlo, hay que sentarse en un lugar sagrado, sobre una estera de paja cubierta con una piel de ciervo y luego con un paño, y recitar el Santo Nombre del Señor sin cometer ninguna ofensa. En otras palabras, se trata de apartar la mente de las preocupaciones materiales y fijarla en el Señor. Sólo este sencillo camino puede llevarnos a la etapa más alta de la perfección espiritual.
La más alta perfección del hombre es recordar al Señor Supremo al final de su vida. En otras palabras, uno debe moldear su existencia de tal manera que el recuerdo del Señor Supremo marque gradualmente cada etapa de su vida.