eternidad. El alma pasa, en un cuerpo, de la infancia a la juventud y luego a la vejez. Así, la vestimenta corporal es transitoria, mientras que el alma es eterna. Como un animal que pasa de un amo a otro, en cuanto se transfiere a otro cuerpo, esta relación parental basada en el afecto se rompe. Aunque un ser pueda estar ligado a otro en virtud de una relación basada en cuerpos perecederos, el alma permanece eterna. De hecho, es el cuerpo el que nace o muere, no el alma, y nunca debe pensarse que el alma nace o muere.
En realidad, el ser vivo no tiene ninguna relación con sus supuestos padres y madres. Pero mientras viva como hijo de un padre y una madre determinados, como resultado de sus acciones pasadas, está ligado al cuerpo que le dieron estos padres. En su delirio, se considera entonces como su hijo y les muestra su afecto. Sin embargo, tras su muerte, su relación termina. Puesto que esto es así, nadie debe entregarse a la ilusión de una alegría intensa o de una pena profunda. Cuando el alma vive en un cuerpo material, cree erróneamente que es ese cuerpo, aunque en realidad no lo es. Su relación con su cuerpo y su supuesto padre y madre es el resultado de concepciones falsas e ilusorias que siguen existiendo hasta que el ser se ilumina en cuanto a la situación real del alma.
El ser vivo encarnado es eterno e imperecedero, pues en realidad no tiene principio ni fin. Nunca nace y nunca muere. Es el principio fundamental de todos los cuerpos, pero no pertenece a ninguna categoría corporal. El ser vivo es tan sublime que en calidad es igual al Señor Supremo. Sin embargo, como es extremadamente pequeña, una chispa o átomo espiritual, tiende a caer bajo la influencia de la energía externa de Dios; entonces crea diversos cuerpos según sus múltiples deseos. El ser vivo es eterno como el Señor Supremo, pero hay una diferencia: Dios es el más grande de todos, nadie lo iguala ni lo supera, mientras que el ser separado es extremadamente pequeño. El tamaño del alma es el de una diezmilésima parte de la punta de un cabello.
El Señor Supremo es omnipresente, absoluto e ilimitado. Otra característica del ser espiritual es que se deja cubrir por maya, la energía de la ilusión del Señor Supremo. El ser encarnado es responsable de su vida condicionada en el universo material, por lo que se le llama aquí «maestro». Si lo desea, puede venir al universo material, y si lo desea, también puede volver a Dios, a su morada original. Es porque quería disfrutar del mundo material que el Señor Soberano le dio un cuerpo material, a través del medio de la energía material. El Señor Supremo está en el corazón de todos los seres y dirige las andanzas de todos. El Señor proporciona al ser encarnado la oportunidad de disfrutar en este mundo como desee, pero expresa abiertamente su propio deseo de verle renunciar a todas sus aspiraciones materiales para que se entregue por completo a Él y regrese a su morada original, a Él. El cuerpo y el alma son dos entidades distintas.