La Ciencia Espiritual Pura
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tiempo; es imposible mantenerla viva indefinidamente. Pero el alma, tan delgada, ¿cómo puede destruirla un enemigo, si ni siquiera puede verla?

El alma es tan pequeña que ni siquiera se puede medir. Visto desde un ángulo u otro, la pérdida del cuerpo no es digna de llanto, lamento o pena, ya que no se puede matar al propio ser, es decir, al alma. En cuanto al cuerpo, es imposible protegerlo y conservarlo indefinidamente. Y es de suma importancia que el hombre observe los principios religiosos durante su vida terrenal, pues el cuerpo material en el que se reencarnará será el fruto de los actos realizados en esta vida.

Las sagradas escrituras originales llaman «luz» al ser vivo, al alma, una partícula de la luz suprema, Dios. La «luz» del alma mantiene vivo el cuerpo material. En cuanto el alma lo abandona, el cuerpo se descompone; no puede vivir sin ella. Por lo tanto, el cuerpo en sí tiene poca importancia.

El que cree que el alma puede matar o morir es un ignorante; el sabio sabe que ni mata ni muere. Entendamos que el ser espiritual no se destruye cuando las armas mortales tocan el cuerpo. El alma es tan pequeña que ningún arma material puede alcanzarla. Al ser de naturaleza espiritual, no puede morir. Sólo el cuerpo muere, o al menos se dice que muere. Pero tengamos cuidado de que ese conocimiento no debe fomentar en modo alguno el asesinato. Dios, a través de las Sagradas Escrituras originales, nos ordena no usar nunca la violencia contra nadie. El conocimiento de que el verdadero ser nunca muere tampoco autoriza el sacrificio de animales. Destruir el cuerpo de cualquier ser es un acto abominable, castigado tanto por la ley humana como por la ley de Dios.

Krishna, Dios dice: «El alma no conoce ni el nacimiento ni la muerte. Vivir, nunca dejará de ser. No nacido, inmortal, original, eterno, nunca tuvo un principio y nunca tendrá un final. No muere con el cuerpo».

En calidad, el alma infinitesimal es una con el Alma Suprema, de la que es una parte diminuta. No sufre cambios como el cuerpo, y por eso también se le llama «inmutable». El cuerpo pasa por seis etapas en su existencia: aparece en el vientre de la madre, permanece allí durante algún tiempo, nace, crece, engendra descendencia, se debilita y finalmente muere, desapareciendo en el olvido. Pero no se puede decir del alma que nazca y sufra estas transformaciones; al contrario, es porque tiene que tomar una envoltura carnal que nace el cuerpo. Por tanto, no se crea en el momento en que se forma el cuerpo, ni muere en el momento en que se deshace. Sólo lo que nace debe también morir; el alma, por tanto, no conoce ni el pasado, ni el presente, ni el futuro. Es eterno y original. El alma tampoco envejece como el cuerpo. Los cambios del cuerpo no afectan al alma: no se descompone como un árbol o cualquier otro objeto material, ni engendra descendencia. Porque los hijos de un hombre son también almas distintas; si parecen haber nacido de él, es sólo por los lazos corporales que los unen.

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