La naturaleza no funciona automáticamente. Sólo porque el Señor mira la energía material, ésta realiza todo tipo de maravillas. Los filósofos ateos creen que es la energía material global la que da lugar a la manifestación cósmica, pero se equivocan. La materia inerte no tiene poder activo, por lo que no puede actuar de forma independiente. Es el Señor quien infunde su propio poder creativo en los componentes de la materia. Sólo entonces, por voluntad de Dios, la Persona Suprema, la materia se anima y se transforma mediante diversas interacciones. Dios es el creador de todo lo que ocurre en la naturaleza. Como la naturaleza material es inerte y sin vida, no puede ser la causa de la creación. Krishna, Dios, muestra su misericordia infundiendo su energía en esta materia inerte y sin vida. Así, la naturaleza material se convierte, por la fuerza de la energía del Señor, en la causa secundaria de la creación. Krishna es la causa original de la manifestación cósmica. Por tanto, es un craso error para los materialistas pensar que la materia se mueve por sí misma, de forma independiente.
Nadie puede actuar sin la aprobación de Dios.
Al igual que el éter, aunque lo impregna todo, nunca se mezcla con nada, el ser vivo, aunque ahora esté preso en un cuerpo material del que es el origen, sigue siendo distinto de él. Transmigramos de una vida a otra en cuerpos que son producto de nuestra ilusión, pero como alma espiritual tenemos una existencia eternamente distinta de esta existencia material y condicionada. Al final de la existencia del cuerpo, el alma espiritual sigue existiendo sin cambios.
Dios, la Persona Suprema, explica que tanto las energías materiales como las espirituales emanan de Él. La energía material se describe como formada por los ocho elementos separados del Señor. Pero aunque estas ocho energías burdas y sutiles, la tierra, el agua, el fuego, el aire, el éter, la mente, la inteligencia y el falso ego se definen como separadas del Señor, en realidad no lo están. Al igual que el fuego parece estar separado de la madera y el aire que fluye a través de las fosas nasales y la boca parece estar separado del cuerpo, el Alma Suprema, el Señor Supremo parece estar separado del ser encarnado, cuando en realidad es tanto separado como no separado de Él.
Debido a su karma, el ser vivo parece estar separado de Dios, la Persona Suprema, pero en realidad permanece muy íntimamente ligado a Él. En el cuerpo, la sustancia principal es el aliento vital, pero este aliento no es el ser que oye o habla. El alma también, aunque más allá del soplo vital, no puede hacer nada, pues en verdad es el Alma Suprema la que dirige todo, en colaboración con el alma individual. Esta Alma Suprema, que dirige las actividades del cuerpo, difiere de él como del aliento que lo anima.
El Señor Supremo dice: «Yo estoy en el corazón de cada ser, y de Mí provienen el recuerdo, el conocimiento y el olvido».