«Mira los pájaros del aire. No siembran ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No vales mucho más que ellos?
¿Quién de vosotros, preocupándose, puede añadir un codo a la longitud de su vida?
¿Y por qué te preocupa la ropa?
Considera cómo crecen los lirios del campo; no trabajan ni hilan.»
(Mateo 6:26-30)
«Porque todos los animales de los bosques son míos, todas las bestias de las montañas por miles. Conozco las aves de las montañas, y todo lo que se mueve en el campo es mío. (Palabras del Señor Supremo).» (Salmos 50:10-11)
Entonces les dijo: «¿Quién de vosotros, si un hijo o su buey cae en un pozo, no lo sacará inmediatamente en sábado?» (Lucas 14:5)
«Como un pastor apacentará su rebaño, tomará a los corderos en sus brazos y los llevará en su seno, guiará a las ovejas lactantes.» (Isaías 40:11)
«Porque así ha dicho el Señor DIOS: He aquí que yo mismo cuidaré de mis ovejas y velaré por ellas.» (Ezequiel 34:11)
La matanza de animales no es un signo de inteligencia, de grandeza de alma, de civilización.
El ser humano verdaderamente civilizado conoce el arte de preparar alimentos nutritivos a partir de la leche. En todas las comunidades rurales, las personas que viven en ellas preparan cientos de productos, todos ellos maravillosos, a partir de la leche. A partir de la leche se pueden obtener subproductos como el yogur, el queso y la mantequilla, y mezclándolos con cereales, frutas y verduras, se pueden hacer cientos de preparaciones. Esto es lo que se entiende por civilización, no matar a un animal sólo por los sentidos, para deleitar las papilas gustativas.
Los animales y las plantas también tienen derecho a vivir.
Todos los seres vivos, humanos, animales y plantas, han recibido de Dios el derecho inalienable a la vida. Si los cuerpos de los seres humanos difieren de los de los animales y las plantas, y éstos de los primeros, debe entenderse que en cada uno de ellos hay un alma. Por tanto, hay un alma en cada ser humano, en cada animal y en cada planta. Por tanto, Dios otorga a todos los seres vivos, humanos, animales y vegetales, los mismos derechos y beneficios. No hay ninguna diferencia entre ellos.
Todos los animales han recibido de Dios el derecho a vivir. Por lo tanto, es anormal que los gobiernos permitan la existencia de los numerosos mataderos donde se matan innumerables animales, y concedan a los cazadores el mismo derecho a matar.