La tercera mentira es la que lleva a los incrédulos demoníacos a afirmar que cuando morimos, permanecemos muertos hasta el día señalado de la resurrección de los muertos. Añaden que los muertos no están activos ni vivos en el cielo, pues están muertos y esperan la resurrección. Continúan diciendo que no nacemos con alma (la han hecho desaparecer), y que el alma puede morir. Para ellos, la resurrección concierne al cuerpo de materia.
Todo esto es mentira, por supuesto, porque no hay resurrección de los cuerpos.
En verdad, no somos un cuerpo de materia densa, sino una entidad espiritual llamada alma espiritual, inmortal, y encarnada en una envoltura carnal a causa de nuestra desobediencia a Dios. En el momento de la muerte, que sólo concierne al cuerpo, la entidad espiritual abandona su cuerpo, que ha quedado inservible, y se reencarna inmediatamente.
El ciclo de repetidos renacimientos y muertes, o reencarnaciones repetitivas, termina en el momento en que decidimos obedecer a Dios y servirle con amor y devoción. El Supremo Eterno, por Su gracia, nos da entonces un cuerpo espiritual y nos hace pasar de la muerte a la vida eterna. Esta es la verdadera resurrección.
¿Qué es el pecado original?
El pecado original es el que cometieron los seres espirituales cuando aún estaban en el mundo espiritual, por el cual desobedecieron a Dios.
La desobediencia a Dios incluye: negarse a servirle, a reconocer Su supremacía, Su autoridad y todo lo que existe como propiedad exclusiva Suya.
Además, han comenzado a envidiar a Dios, tratando así de usurpar Su posición suprema, y a creerse el Ser Soberano mismo. Es por ellos que el Señor Krishna, en Su bondad, creó el universo material después de expulsarlos del mundo espiritual.
¿Cuál es el secreto del éxito espiritual?
Verdaderamente, todos aquellos que se rinden totalmente al Señor, disfrutan instantáneamente de la protección de la Persona Suprema, Krishna, quien los protegerá de todos los peligros.
A quien se convierta en devoto puro de Krishna, Dios, la Persona Suprema, y se entregue a Él, el Señor le promete una existencia espiritual perfecta, que le dará derecho a servirle con amor espiritual y absoluto. El Señor no concede fácilmente a nadie que Le sirva.