La ciencia de Dios, o ciencia de la salvación
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El Señor también es bondadoso con todos los seres, pues siempre los trata como amigos, independientemente de la forma que adopten sus cuerpos. Él, como Alma Suprema, sin embargo, permanece independiente de las condiciones que aquejan a los seres individuales distintos de Su Persona. Aunque las envolturas carnales del sabio erudito y del intocable difieren, el Señor mora en cada uno de ellos en la forma del Alma Suprema.

Estas envolturas materiales, producidas por la interacción de los tres atributos y modos de influencia de la naturaleza material: virtud, pasión e ignorancia, adoptan diversas formas. Pero el alma separada y el Alma Suprema, ambas presentes en cada cuerpo, participan de la misma naturaleza, espiritual, consciente, feliz y eterna. El alma separada (que cada uno de nosotros es en realidad) está presente sólo en un cuerpo particular, y consciente sólo de ese cuerpo, mientras que el Alma Suprema está presente en todos los cuerpos y consciente de cada uno.

Aquel que es consciente de Krishna, Dios, la Persona Suprema, tiene un conocimiento que le permite darse cuenta de la magnitud de estas verdades. Como un verdadero erudito, ve a todos los seres vivos con los mismos ojos, y valora por igual el oro, los guijarros y los terrones de tierra.

Éste es el verdadero conocimiento.

El Señor dice: «Buscad el conocimiento espiritual antes que el material, sabiendo que el primero es eterno y el segundo perece con el cuerpo.»

Sólo el conocimiento trascendental, del que Dios es la fuente, el Supremo Propagador y Maestro, proporciona a los hombres los datos fundamentales relativos a Dios como realmente es, a la verdad existencial y absoluta, les ilumina sobre su verdadera identidad espiritual, les revela el objetivo real y último de la existencia y, a través del conocimiento puro adquirido, les permite, mediante el desarrollo de la inteligencia, permanecer en la pura virtud.

Sabed que del mismo modo que el hombre es un alma espiritual encarnada en un cuerpo humano, todos los animales terrestres y acuáticos, pero también todas las plantas en su diversidad, son también almas espirituales encarnadas en cuerpos pertenecientes al reino animal o vegetal. Las almas encarnadas en cuerpos animales o vegetales siguen también el camino de la evolución espiritual, que les permitirá, llegado el momento, encarnarse en un cuerpo humano y alcanzar así la liberación espiritual.

En el plano espiritual, las almas encarnadas en cuerpos animales o vegetales están todas al mismo nivel que las que residen en cuerpos humanos de carne y hueso. Por eso Dios nos ordena que dejemos de sacrificar animales terrestres y acuáticos, que dejemos de destruir las plantas, incluidos los árboles que sirven de refugio o cobijo a muchos seres vivos (insectos, mariposas, orugas, pájaros, ardillas, monos, etc.), y que dejemos de comer carne, pescado y huevos.

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