¿Por qué permite Dios que el alma se extravíe en el universo material?
Todos aquellos que rechazan a Dios, que cuestionan Su autoridad, que Le envidian y que tienen una concepción corpórea de la existencia, deben someterse al ciclo de las reencarnaciones sucesivas y experimentar así las tribulaciones de los renacimientos, las enfermedades, la vejez y las repetidas muertes asociadas a ellas.
El Señor permite que el alma que quiere extraviarse se deslice hasta el punto más bajo de la existencia, con el único propósito de darle la oportunidad de juzgar por sí misma si puede ser feliz o no, haciendo así un mal uso de su independencia. La mayoría de las almas encarnadas, condicionadas por la materia, que languidecen en el universo material, hacen mal uso de su independencia, de modo que todas se hunden en el engaño y sufren vida tras vida.
Como todos los seres humanos tienen una concepción corporal de la existencia en la que el placer de los sentidos es el fundamento y la concupiscencia el veneno principal, sufrirán sin cesar vida tras vida. En estas condiciones no puede haber paz ni prosperidad en la tierra, sino sólo agresión, violencia y guerra.
Poner al Señor en nuestra mente, estar impregnados de la conciencia de Dios, razonar y actuar como una entidad espiritual, ponernos bajo la autoridad de Krishna, la Persona Suprema en Su forma Personal, Primordial, Original, Infinita y Absoluta, y amarnos los unos a los otros, trae paz y armonía en la tierra.
La verdadera pobreza.
En verdad, la verdadera pobreza no es ser totalmente indigente, no, la verdadera pobreza es estar alejado de Dios, haber olvidado quién es Él, y no saber ya cómo es Él realmente.
Los verdaderos hijos de Dios, los siervos y las siervas del Señor, nunca buscan obtener nada en el mundo de los hombres, pues evolucionan y trabajan exclusivamente en la esfera espiritual, y así permanecen entre los pobres, los indigentes.
Por eso dijo Jesús: «Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
Dios les anima con estas palabras: Esta es la herencia que tendrán; yo seré su heredad. No les daréis nada, porque yo seré su posesión.
Por eso, cada uno de estos hijos de Dios, de estos siervos y siervas del Señor, os dirá: En el mundo de los hombres nada tengo, pues soy pobre. Pero lo que Dios me ha dado, ni todo el oro del mundo puede igualarlo. ¿Qué podríais ofrecerme que yo no tenga ya?