El Señor nos dice por qué es imperativo que renunciemos a los frutos de nuestras acciones.
El Señor dice: «Rompiendo sus apegos, el espiritualista actúa con su cuerpo, su mente, su inteligencia e incluso sus sentidos, con un solo propósito: purificarse. A diferencia del que, sin unión con la Divinidad, codicia los frutos de su trabajo y se empantana así en la materia, el alma establecida en la devoción encuentra, al ofrecerme los resultados de todos sus actos, una paz sin mezcla.»
El Bendito Señor dice: «Abandonar los frutos de cada acto es lo que los sabios entienden por esta palabra, ‹renuncia›. Y lo que los grandes sabios llaman ‹renuncia› es el estado mismo del hombre que practica esta renuncia. El hombre puede saborear los frutos de la renuncia mediante el simple autocontrol, el desapego de las cosas mundanas y el desinterés por los placeres materiales. Esta es la perfección más elevada de la renuncia.»
El Señor dice: «Cuando así llegues a conocer la verdad, comprenderás que todos los seres son parte integrante de Mí, que viven en Mí y Me pertenecen. Los seres del mundo de las condiciones (el universo material) son fragmentos eternos de Mi Persona.»
Somos, en verdad, pequeños fragmentos de Krishna, Dios, partes integrantes de Su Divina Persona. Nuestra verdadera naturaleza espiritual nos lleva, como un deber hacia el Señor, a servirle con amor y devoción. Este servicio devocional, que es de naturaleza espiritual, ofrecido a Dios y expresado con amor, trae alegría infinita.
Por eso debemos ofrecer el fruto de todas nuestras acciones al Señor Supremo, Krishna, vincular todos nuestros proyectos al Suyo, entregarle todo lo que hacemos, así como nuestra existencia e incluso nuestra vida. Actuemos con el único propósito de complacerle. Somos, en verdad, Sus eternos siervos. Un vínculo de amor nos une a Él, y nunca podremos separarnos de Él.
El hombre debe desechar la acción interesada: ésta es la instrucción de Krishna, Dios, la Persona Suprema. Pero aún debe conservar la acción que conduce al elevado conocimiento espiritual. Las escrituras reveladas prescriben muchos métodos de realizar sacrificios según los resultados particulares que uno desea: tener un hijo digno, ascender a los planetas celestiales, etc., pero cualquier sacrificio cuyo propósito sea satisfacer algún deseo personal debe ser rechazado. Sin embargo, el sacrificio realizado para la purificación del corazón, o para el avance de la ciencia espiritual, no debe ser abandonado.