Logos 37
Quita a Dios de nuestra mente, corazón y espíritu, y la oscuridad aparecerá inmediatamente.
Dios es luz pura, y en la luz no hay oscuridad ni reflejo. Donde está la luz, no puede estar la oscuridad. La manifestación material parece maravillosa sólo porque es un reflejo distorsionado del mundo espiritual, el mundo de la luz.
Todo lo que es visible en este mundo material extrae su sustancia del Absoluto, que no es otro que Dios mismo. Al igual que la oscuridad, que sólo aparece en lugares alejados de la luz, el cosmos material está muy alejado del mundo espiritual. Dios enseña que no hay que dejarse cautivar por las regiones oscuras y que hay que esforzarse por alcanzar el reino de la luz, el Absoluto. El mundo espiritual brilla con luz, mientras que el universo material está envuelto en la oscuridad. La naturaleza del cosmos material es oscura y, por tanto, está llena de oscuridad.
Quienes deseen abandonar el cosmos material y la galaxia en la que viven, donde brilla la oscuridad, pueden hacerlo. Todo lo que tienen que hacer es volverse a Dios y elegir servirle con amor y devoción, e inmediatamente la oscuridad se disipa y aparece la luz pura.
Logos 38
Bienaventurados los que se complacen en entregarse a Dios y servirle con amor y devoción, pues recibirán del Supremo Eterno la inteligencia, por medio de la cual podrán ir a Él. Entonces se apegarán a Él y alcanzarán la verdad absoluta.
Este despertar de la conciencia de Dios cautiva al santo virtuoso que entonces se complace en amarlo, obedecerlo y satisfacerlo. Su única pasión es perfeccionar su conocimiento de Dios y penetrar en la ciencia espiritual pura, sabiendo que entrará en el reino de Dios, todo conocimiento, dicha y eternidad. Aquel que cultiva el placer de los sentidos materiales nunca puede tener una comprensión adecuada del Señor Supremo, la vida espiritual o la ciencia de Dios.
Dios había dicho: «Antes de la creación del cosmos, sólo yo existo con exclusión de todos los fenómenos burdos, sutiles y causales. Después de la creación, sólo yo vivo en todas las cosas, y cuando llega el momento de la aniquilación, sólo yo permanezco para siempre.»
La verdadera felicidad sólo puede alcanzarse mediante la vida eterna y el cese previo del ciclo repetitivo de muerte y renacimiento. Este ciclo sólo se interrumpe cuando uno regresa a Dios en su reino eterno.
El hombre debe utilizar toda su vida para prepararse para volver a Dios y liberarse de la existencia material caracterizada por la repetición del nacimiento y la muerte, cuya causa es el karma. Liberarse de todo contacto con la materia es acabar definitivamente con las faltas. Meditar en Dios, ponerlo en nuestra mente y espíritu, es abrir la puerta a la liberación.
En verdad, quien se entrega totalmente a Dios deja inmediatamente de temer a la muerte, pues sabe que entrará en el reino eterno de Dios.