Logos 33
Al establecer una relación espiritual amorosa con el Señor Supremo a través de nuestra entrega total a Su Persona Divina, nos liberamos de los sufrimientos infligidos por las leyes de la naturaleza material.
Aquellos que ofrecen todas sus obras a Dios, que actúan sólo para Él, y que ven todas las cosas en relación con el Señor, todos sus actos son del absoluto. Como Dios es el centro de sus actividades, éstas, aunque sean materiales, están saturadas de poder espiritual. Este es el beneficio que obtienen todos los que sirven a Dios con amor y devoción. Al realizar nuestro deber diario para el placer del Señor, todas nuestras acciones se impregnan así del pensamiento de Dios, que es la forma más elevada de meditación que conduce a la realización espiritual. Dios, el Señor Soberano, la Persona Suprema, el Señor del universo, es la verdad absoluta. Él es el conocimiento perfecto y completo, la fuente original de todo lo que existe, la dicha total y la esencia de la vida eterna. Es absoluto e ilimitado. Él es el amor, la bondad, la amabilidad, personificados. Calmado, pacífico, nunca afectado por la ira en ninguna forma. Él es la fuente y la reserva de las bendiciones. Disfrutemos de su amor.
Logos 34
Ninguna autoridad tiene derecho a apoderarse de los bienes legítimos de los demás, pues todo les será arrebatado.
Bienaventurados los que rechazan el materialismo, los que renuncian al poder, a la riqueza y a las posesiones materiales que en este mundo son efímeras, y los que entregan todo lo que poseen a Dios, porque no pierden nada en la verdad. Por el contrario, el Señor los cumplirá más allá de sus expectativas. Es mediante el sacrificio de las vastas posesiones materiales en beneficio del alma que uno puede calificar para entrar en el reino de Dios, y así alcanzar la más alta perfección de la existencia. Así viviremos eternamente en el nivel del alma, con el conocimiento perfecto del servicio amoroso absoluto ofrecido al Señor.
En verdad, la experiencia del cuerpo humano no afecta al alma espiritual encarnada, pues ésta es de naturaleza trascendental. El nacimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte son propios del cuerpo humano y se oponen a la propia naturaleza del alma espiritual. El cuerpo humano no es más que una mera prenda de vestir sometida a las leyes de la naturaleza material de la que surge, del tiempo universal que lo transforma y lo somete al desgaste. Por eso debemos buscar por encima de todo los intereses del alma y dirigirnos a Dios, comprendiendo que el apego anormal al cuerpo es un obstáculo para el desarrollo espiritual.