En verdad, Krishna significa «El infinitamente fascinante», pero también «El mayor gozo», pues el Señor Supremo es la reserva de todos los placeres. El ser espiritual individual distinto de Krishna, que es cada uno de nosotros, es como el Señor, plenamente consciente, y busca la felicidad. El Señor disfruta plenamente de la felicidad eterna, y si el ser separado también quiere experimentar la misma felicidad, debe unirse a Él, cooperar con Él y buscar su divina compañía.
Una relación íntima une al Señor Krishna con las almas espirituales. Por lo tanto, deben restablecer el vínculo que los une a Krishna, para recuperar su función natural, original y eterna. Es la entrega de uno mismo y el servicio de amor y devoción que ofrecemos a Krishna, lo que nos une a Él.
Krishna, Dios, la Persona Suprema, se expande infinitamente, de modo que Su dicha espiritual es cada vez mayor, y todos los seres contribuyen a esta dicha infinita y absoluta.
El Señor disfruta de todo, y nosotros somos sus siervos. Existimos sólo para Su placer, y si así participamos de Su dicha eterna, entonces encontraremos en ella nuestra propia felicidad, pues el Señor nos hace partícipes de Su inmensa e infinita dicha o gozo.
El conocimiento del alma espiritual individual, distinta de Dios, y del Alma Suprema es muy secreto y misterioso. Pero es posible penetrar en este conocimiento, a través de la realización espiritual, y por la gracia del Señor.
En verdad, somos almas espirituales, diminutos fragmentos del Señor, partes integrantes de Su Persona divina, y por tanto nuestra única función es servirle con amor y devoción.
Es este estado de conciencia, llamado precisamente «conciencia de Krishna», el que uno debe desarrollar desde el principio de su vida, para alcanzar la plenitud y ponerlo en acción. De hecho, el alma consciente de Krishna está en unión directa con la Persona Suprema, el Alma Suprema, hacia quien todas sus actividades se dirigen ahora. Y si el alma entra en comunión directa con Krishna, Dios, la Persona Suprema y Absoluta, la inteligencia, la mente y los sentidos, que le están subordinados, también lo estarán. Por lo tanto, al comprometer nuestra inteligencia en la búsqueda de nuestra verdadera naturaleza espiritual, descubrimos con certeza que, en efecto, somos los siervos eternos de Krishna.