Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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El alma espiritual encarnada en un cuerpo humano tiene el deber de recordar que no debe matar a nadie, ni siquiera a las hormigas. Dios ha ordenado a los seres humanos que cuiden y protejan a los animales y las plantas. De hecho, un ser humano, y más aún un santo siervo de Dios, nunca debería ser malicioso o innecesariamente violento. Muchas hormigas se cruzan en el camino, pero el ser humano debe vigilar sus pasos, mirando siempre un metro por delante, y cuando no haya más hormigas en su camino, podrá poner el segundo pie en el suelo. El corazón de un ser santo siempre rebosa de bondad hacia todos los seres vivos, celestiales, humanos, animales y vegetales.

Las leyes divinas prevalecen sobre las humanas. En todo el cosmos material, las leyes de Dios son autoritarias. Por lo tanto, cualesquiera que sean los pensamientos, las palabras y las acciones que pronuncie un ser humano, en virtud de la ley de causa y efecto, causarán efectos positivos o negativos por los que tendrá que sufrir las consecuencias en su vida futura, y el cuerpo que reciba estará en función de su temperamento, su carácter, su creencia en Dios o no, y su Karma. Cada uno de nosotros es, en verdad, un alma espiritual encarnada en un cuerpo humano, y otras almas se han encarnado por diversas razones en un cuerpo animal o incluso vegetal.

Somos «un alma» y no el cuerpo de la materia. Por eso Dios ordenó: «No matarás».

En verdad, no matar es no interrumpir una existencia, ya sea humana, animal o vegetal, obligando a un alma, en contra de su voluntad y, por supuesto, de sus verdaderos intereses, a abandonar el cuerpo que Dios le había dado. Tanto si el alma se encarna en un cuerpo vegetal como en uno animal, sigue un camino evolutivo que la conducirá a la concesión de un cuerpo humano. Todos hemos seguido este camino evolutivo antes de obtener un cuerpo humano, aunque no tengamos memoria de ello.

Sólo al alma encarnada en un cuerpo humano le ofrece Dios la rara oportunidad de conocerle como realmente es, y de volver a su reino eterno. El cuerpo humano se obtiene raramente, así que no desperdiciemos esta oportunidad que Dios nos da misericordiosamente.

Los que interrumpen una vida, ya sea humana, animal o vegetal, serán castigados por la justicia divina recibiendo un severo castigo y sufrirán un sufrimiento similar a los actos cometidos en su vida futura.

Amémonos unos a otros, pero también amemos, cuidemos y protejamos a todos los animales y plantas. Dios nos recomienda mirar a todos los seres humanos, animales y plantas con el mismo ojo.

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