Logos 243
En realidad, nuestra muerte está programada desde nuestro nacimiento. Ya está ahí en nuestro nacimiento. Morimos a cada momento, a cada segundo. Entonces, ¿por qué tenemos tanto miedo a la muerte?
Al final, es inevitable. Tal vez muramos hoy, tal vez dentro de cien años, pero no podemos escapar de la muerte. La muerte es sólo la aniquilación del cuerpo material y el olvido de nuestra última existencia. En cuanto el cuerpo deja de funcionar, en cuanto se mezcla de nuevo con los cinco elementos de la naturaleza material, el ser espiritual toma otro cuerpo, determinado por los actos de su existencia pasada y sus consecuencias. Este cambio de cuerpo se produce igual que un hombre que camina por la calle; da un paso hacia delante y, después, asegurándose de que su pie está en suelo firme, levanta el otro pie. Así, los cuerpos cambian, uno tras otro, y el alma transmigra, permaneciendo siempre la misma.
La entidad espiritual (el alma) cambia de cuerpo en cuanto los agentes del maestro de la muerte han decidido su próxima envoltura mortal. Mientras la entidad espiritual permanezca condicionada por el mundo material, deberá tomar cuerpos materiales, uno tras otro. El cuerpo que ocupará en su próxima existencia le es dado según las leyes de la naturaleza, de acuerdo con sus acciones en esta vida y las consecuencias que tendrá que sufrir en su próxima vida. De una vida a otra, los cuerpos cambian y no tienen necesariamente la misma forma. Cuando uno obtiene un nuevo cuerpo, se olvida de todo lo relacionado con el anterior, eso es la muerte. Los cuerpos materiales que nos ponemos son en realidad el producto de nuestras actividades mentales, y ahora no podemos recordar nuestros cuerpos pasados.
Por eso nunca debemos dañar a nadie, ni a los humanos, ni a los animales, ni a los vegetales.