Logos 248
El Supremo Eterno dice: «Así, por el dominio del cuerpo, por el dominio de la mente y del acto, el alma realizada se retira de la existencia material, alcanza Mi morada [el Reino Espiritual]».
Este tema expresa claramente el objetivo último de la existencia. Este propósito no consiste en tratar de mejorar las condiciones de la vida material. Uno no practica la unión con Dios para vivir más cómodamente, para obtener salud o algún otro beneficio de este tipo, sino para poner fin a la existencia material. Acabar con la existencia material no significa fundirse en un «vacío» mítico, ya que no existe ningún vacío en la creación de Dios. No, acabar con la existencia material es abrir la puerta al mundo espiritual, a la morada del Señor, donde la luz no viene del sol, de la luna o de la energía eléctrica, sino que cada planeta, como nuestro sol, difunde su propia luz. En cierto sentido, el reino de Dios está en todas partes. Sin embargo, el mundo espiritual, del que hablamos aquí, es la parte superior.
El alma realizada, plenamente consciente de la naturaleza de Dios, conoce la verdadera paz y finalmente alcanza el planeta del Señor. El Señor reside perpetuamente en Su reino, pero también se manifiesta a través de Sus energías espirituales superiores en cada ser (en la forma del Espíritu Santo o del Alma Suprema), así como en la forma del Ser Espiritual Supremo Omnipresente. Nadie puede entrar en el mundo espiritual o vivir en la morada eterna del Señor (Vaikuntha, Goloka Vrindavana) a menos que conozca perfectamente la naturaleza de Krishna, Dios, así como la de Visnu, Su plena emanación. Así, el sabio, que mantiene su mente constantemente inmersa en el pensamiento de las múltiples Actividades de Dios, es el espiritualista perfecto, un alma realizada. La única manera de escapar del nacimiento y la muerte es realizar a Dios, la Persona Suprema.
Logos 249
Está escrito: «El Supremo Eterno mismo afirma que Él puede ser conquistado por el amor de aquellos que han dominado sus sentidos.»
Quien no domina sus sentidos no puede conquistar a Dios, la Persona Suprema. Este es el secreto del servicio amoroso y devocional a Dios. Dominar los sentidos es comprometerlos permanentemente al servicio del Señor. Y el rasgo específico de todos los hijos de Dios es precisamente que comprometen constantemente sus sentidos en el servicio del Señor.
Quien lo hace se purifica, y sólo cuando los sentidos están purificados se puede servir verdaderamente a Dios. El Supremo Eterno puede así ser conquistado por el devoto que se entrega a Su sublime servicio de amor.