Logos 250
El Supremo Eterno dice: «El ser al que el conocimiento espiritual y la realización de ese conocimiento le dan plenitud se llama alma realizada. Ha alcanzado el nivel espiritual y posee el dominio de sí mismo. Con un ojo ve el oro, la piedra y el terrón de tierra. Más alto aún es el que ve con igual ojo al indiferente, al imparcial, al benefactor y al envidioso, al amigo y al enemigo, al virtuoso y al pecador.»
Nadie puede, mediante el uso de los sentidos contaminados por la materia, comprender la naturaleza espiritual y absoluta del Nombre, la Forma, los Atributos y los Entretenimientos de Dios. Sólo se revelan al hombre cargado de energía espiritual por su servicio devocional al Señor. La ciencia de Dios, es decir, la ciencia que permite al hombre alcanzar la conciencia de Dios, lo que no puede hacer la mera erudición, el conocimiento material. Para comprenderlo, hay que tener la suerte de entrar en contacto con una persona de conciencia pura, que, realizada por su servicio y devoción a Dios, haya, por su gracia, realizado plenamente este conocimiento. El conocimiento espiritual nos mantiene imperturbables en nuestras convicciones, mientras que el conocimiento académico nos deja desconcertados y confundidos por supuestas contradicciones. Uno se vuelve perfecto sólo después de haber pasado del conocimiento intelectual de los textos a su realización.
Porque se ha entregado a Dios, la persona espiritualmente consciente domina sus sentidos. Está en el nivel espiritual, pues su conocimiento no tiene nada en común con la erudición secular. Esta última, como la especulación intelectual, para algunos tan preciosa como el oro, no tiene más valor para él que un terrón de tierra o una piedra.