Logos 236
¿Qué es lo que, incluso en contra de su voluntad, lleva al hombre a pecar, como si estuviera obligado a hacerlo?
El Supremo Eterno responde: «Es la concupiscencia sola. Nacido en contacto con la pasión, luego transformado en ira, es el enemigo devastador del mundo y la fuente del pecado.»
Cuando el alma entra en contacto con la creación material, su amor a Dios se transforma, bajo la influencia de la pasión, en concupiscencia. Insatisfecha, esta concupiscencia se convierte en ira, y la ira en engaño, a través del cual permanecemos prisioneros de la existencia material. La concupiscencia, por tanto, es el mayor enemigo del ser; es lo que mantiene al alma pura atrapada en la materia. La ira y sus secuelas son manifestaciones de la ignorancia, pero podemos utilizar la pasión para elevarnos a la virtud siguiendo ciertas reglas de vida, en lugar de dejar que nos arrastre a la ignorancia; así desarrollaremos el gusto por lo espiritual, que nos salvaguardará de la decadencia de la ira.
Dios, la Persona Suprema, se expande infinitamente, de modo que Su dicha espiritual es siempre creciente, y todos los seres contribuyen a esta dicha ilimitada. Ellos también tienen algo de independencia, pero debido a que han hecho un mal uso de ella, porque han convertido su actitud devocional en un deseo de disfrute material, han caído bajo el dominio de la concupiscencia. Dios es la Verdad Absoluta y el origen de todas las cosas. Por lo tanto, la fuente de la lujuria es también el Absoluto. Y si la lujuria se metamorfosea en amor al Ser Supremo, es decir, en conciencia de Dios, que consiste en desear todo para Él, esta lujuria, al igual que la ira, se espiritualizará. Por lo tanto, la lujuria y la ira, cuando se utilizan al servicio de Dios, pasan de ser enemigos a amigos.
Logos 237
El verdadero Evangelio dice: «Los que hablan de fraternidad y solidaridad universales, pero sólo tienen en cuenta el cuerpo material, son falsos filántropos. La verdadera noción de fraternidad universal es la que lleva a ignorar el color del cuerpo material y la forma de éste. Es la que lleva a amar a todos los seres vivos, humanos, animales y vegetales, con el mismo amor, que considera sólo el alma espiritual y que lleva a ver en cada cuerpo material sólo el alma individual distinta de Dios junto al Alma Suprema (el Espíritu Santo), Krishna, el Señor Soberano.»
El ojo imperfecto no puede ver las cosas como son; uno puede percibir la verdad sólo si la recibe de una fuente superior, y la verdad más elevada que existe es el conocimiento espiritual emitido por el Señor mismo. Sólo el hombre que ya ha alcanzado la liberación espiritual puede convertirse en un ser virtuoso y ver a todos los seres vivos como sus propios hermanos. El ser santo, en cambio, ve a cada ser como un alma espiritual; y cuando sirve a sus semejantes, es a esta alma a la que se dirige, satisfaciendo así las necesidades materiales y espirituales de sus hermanos.