Logos 238
El Supremo Eterno dice: «Los sentidos prevalecen sobre la materia inerte (el cuerpo), pero superior a los sentidos es la mente, y la inteligencia supera a la mente. Sin embargo, más allá de la inteligencia, está el alma.»
Los sentidos son los diversos campos de acción de la concupiscencia. Esta concupiscencia, acumulada en el cuerpo, se escapa a través del ejercicio de los sentidos. Por lo tanto, los sentidos son superiores al cuerpo, considerado como un todo. Sin embargo, cuando desarrollamos una conciencia superior, la conciencia de Dios, dejan de actuar como «válvulas». De hecho, el alma consciente de Dios está en unión directa con la Persona Suprema, el Alma Suprema, hacia la cual se dirigen ahora todas sus actividades corporales. Por «actividades corporales» se entiende las actividades de los sentidos; si éstas se detienen, el cuerpo pierde toda función activa. Pero aunque el cuerpo esté inerte, la mente, aún activa, seguirá funcionando, como lo hace en un sueño. Y más allá de la mente está la inteligencia determinante; luego, más allá incluso de la inteligencia, está el alma misma. Y si el alma entra en comunión directa con el Absoluto (Dios), la inteligencia, la mente y los sentidos, que están subordinados a ella, también lo estarán. Los objetos de los sentidos son más fuertes que los sentidos, pero la mente es aún más fuerte que los objetos de los sentidos. Por lo tanto, si la mente está constantemente ocupada en el servicio sublime del Señor, los sentidos no podrán tomar ningún otro camino, y no sucumbirá a las tendencias inferiores. El alma domina los objetos sensoriales, los sentidos, la mente y el intelecto. Por lo tanto, es esencial conocer y comprender la verdadera naturaleza del alma.
El camino correcto es utilizar la inteligencia para comprender la condición original, natural y eterna del alma, y dedicar siempre la mente al servicio de Dios. Al hacerlo, se resuelven todos los problemas. A menos que uno se fortalezca en el contacto con el Señor, en la conciencia de Dios, siempre existe el peligro de caer, pues la mente es muy turbulenta.