Logos 181
El Señor dice: «No veo a nadie más grande que aquel que no tiene otro interés que el Mío y que me ofrece todas sus acciones y su misma vida sin cesar. Este perfecto sabio ofrece sus respetos a todos los seres, pues posee la firme convicción de que el Señor
Soberano ha entrado en el cuerpo de cada uno como el Alma Suprema, el Maestro Absoluto.»
En verdad, el siervo de Dios ya no tiene ningún interés «separado o personal», pues su propio interés y el de Dios, la Persona Suprema, se han convertido en uno. Aquel que ha dedicado todo a la satisfacción del Señor Supremo, su existencia, todas sus actividades, su mente y su propia alma, debe ser considerado el más elevado de todos los seres. El siervo perfecto no tiene ningún deseo personal; actúa de tal o cual manera simplemente porque Dios lo desea. No tiene ningún motivo personal. El ser santo que se cuenta entre los servidores más íntimos del Señor nunca hace nada para sí mismo, sino que busca en todos sus actos la única satisfacción del Señor Supremo. Es el más alto de todos los hombres.
Puesto que el Señor está presente en todo ser vivo, el ser santo ve el cuerpo de cada ser como un templo del Señor, y puesto que ofrece a sabiendas su respeto a tales templos, también honra a cada ser en relación con el Señor. Esta es la actitud perfecta.
Logos 182
El hombre es en verdad una trilogía. Está compuesto por un cuerpo material, un cuerpo etéreo y su verdadero EGO de alma espiritual.
El cuerpo etéreo está compuesto por la mente, la inteligencia, el falso ego y la conciencia viciada, mientras que el cuerpo material tiene cinco elementos (tierra, agua, fuego, aire y éter). Sin embargo, el que consigue volver al mundo espiritual abandona estas dos formas de cuerpos en el universo material. Vuelve a su cuerpo espiritual puro y se le da una morada fija en uno de los planetas espirituales.
En cuanto al impersonalista, (el que ignora que Dios tiene un cuerpo espiritual cuya forma primordial y original es idéntica a la del hombre. Ve en Dios un Ser Espiritual Impersonal, sin forma, como los judíos, cristianos y musulmanes) aunque también va al mundo espiritual después de abandonar sus envolturas materiales burdas y etéreas, no puede morar en un planeta espiritual; como ha deseado, le es dado fundirse en el resplandor espiritual que emana del Cuerpo absoluto del Señor.
El ser vivo llega efectivamente al destino que se ha preparado para alcanzar. Así, la luz del Ser Espiritual Impersonal se ofrece a los impersonalistas; en cuanto a los que desean vivir en compañía de Dios, la Persona Suprema, en Su forma trascendental de Señor Soberano en los planetas espirituales, o en Su forma de Krishna el Supremo Eterno en Su Planeta Personal Soberano, Krishnaloka, se unen a estas moradas, de donde nunca regresan al universo material.