Palabras de sabiduria, la sabiduria de Dios
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Logos 187

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¿Por qué castiga Dios a los que hacen el mal?

Hay dos tipos de castigo: el que un guerrero inflige a su enemigo y el que un hijo recibe de su padre. Es evidente que hay una gran diferencia entre ambos.

Dios no concibe la enemistad con ningún ser vivo. Por el contrario, siempre se preocupa por el bien de todos, sin excepción, y cuando castiga, su castigo es comparable al de un padre que castiga a su hijo. Si castiga a los que hacen el mal en cualquier forma, es sólo para que hagan penitencia, se arrepientan, se corrijan y lleguen a amarse.

Así, un castigo se inflige con el único propósito de hacer recapacitar al malhechor y hacerle consciente de su error, para que no vuelva a hacerlo y comprenda que al sufrir el castigo borra sus pecados.


Logos 188

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Las dos formas de olvido.

La primera forma de olvido se produce en el momento de la muerte. El alma, encerrada en su cuerpo etéreo, es transportada por los asistentes del Señor Krishna al vientre de una nueva madre, que le dará así un nuevo cuerpo material. Este es el cuerpo material, que sume al ser espiritual encarnado en el olvido de todo; de Dios, de su vida anterior, de su verdadera identidad, de la existencia real… Este olvido es acentuado por la energía externa o energía material del Señor en su forma de naturaleza material, que influye en el ser encarnado por sus atributos y modos de influencia; virtud, pasión e ignorancia. En realidad, la muerte es sinónimo de olvido.

Quien pierde todo el sentido de su cuerpo deja de estar encadenado a la existencia material. Mientras sigamos siendo conscientes de nuestra existencia corporal, llevamos una existencia condicionada bajo la influencia de los atributos de la naturaleza material. Pero tan pronto como olvidamos la existencia física, entonces la vida material condicionada termina. Ahora bien, este olvido se hace posible cuando utilizamos nuestros sentidos en el servicio amoroso absoluto del Señor. En el estado condicionado, un ser utiliza sus sentidos identificándose con una familia, una comunidad o una nación en particular; pero en cuanto olvida todas estas designaciones materiales circunstanciales y se da cuenta de su naturaleza eterna como siervo del Señor Supremo, puede olvidarse verdaderamente de la existencia material. Este olvido se produce cuando uno sirve al Señor.

El ser santo ya no actúa con su cuerpo para la satisfacción de los sentidos en el contexto de una familia, una comunidad, una nación o la humanidad; sólo trabaja para Dios, la Persona Suprema. Esta es la perfecta conciencia de Dios.

El ser santo está siempre bañado en la dicha espiritual, por lo que no experimenta ningún sufrimiento material. Este estado de dicha espiritual constituye la felicidad eterna. En cuanto uno se libera de la mancha de las tres influencias de la naturaleza material, la virtud, la pasión y la ignorancia, deja de tener que renacer y transmigrar de una forma a otra en esta galaxia.

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