Logos 89
La vida humana es tan preciosa que incluso los habitantes de los planetas superiores aspiran a veces a nacer en la tierra en un cuerpo humano, pues es la única forma de vida que permite un fácil retorno a Dios.
Como el alma espiritual nunca se aniquila porque es eterna, la destrucción del mundo material no la afecta. Sin embargo, tendrá que tomar nuevos cuerpos una y otra vez hasta alcanzar la liberación. El propósito de la existencia humana es remediar estos cambios sucesivos de cuerpo y establecer al ser encarnado en el mundo espiritual donde todo es eternidad, conocimiento y dicha absoluta. En resumen, los seres vivos, en sus formas etéreas, permanecen en el corazón del Ser Soberano, para tomar un aspecto palpable cada vez que la creación se manifiesta.
Se considerará una insensatez ignorar el propio interés y, a pesar de un nacimiento tan importante y precioso, no renovar el vínculo que nos une eternamente con Dios. A la forma humana se llega por un proceso de evolución gradual de un cuerpo a otro a través de las 8.400.000 especies vivas. Pero el desafortunado hombre, olvidado de su propio interés, asume responsabilidades políticas o económicas y se pierde así en innumerables actividades ilusorias destinadas a mejorar la condición material de los demás. Aunque no hay nada intrínsecamente malo en tales aspiraciones políticas o económicas, cualquier actividad filantrópica de este tipo debe contribuir a devolvernos a Dios. Sin embargo, no debemos olvidar el verdadero propósito de la existencia, conocer a Dios y regresar a su reino de dicha, conocimiento y eternidad.
Logos 90
¿Por qué el Señor atribuye la conciencia a un ser espiritual encarnado y el olvido a otro?
Evidentemente, el Señor desea que todo ser espiritual encarnado distinto de Su Persona esté animado por la conciencia pura, que consiste en saber que es un fragmento de Su Persona, y que así se dedique a Su servicio amoroso, pues tal es la posición natural y original del alma espiritual distinta. Pero como esta última también goza de una independencia parcial, puede negarse a servir al Señor queriendo gozar de la misma independencia que Él. Así, todos los que no son devotos del Señor albergan el deseo de igualar al Señor en poder, aunque no son capaces de lograrlo. Por lo tanto, es por voluntad del Señor que se sumergen en la ilusión. Al igual que un niño querrá ser un rey, el ser con distinción de Dios puede desear ser el propio Señor Supremo, y por lo tanto el Señor lo coloca en un estado de sueño en el que se cree a sí mismo como tal.
Por lo tanto, el deseo pecaminoso original es ser Dios mismo, con lo cual el Señor hace que el ser separado olvide su existencia real y sueñe así con un mundo utópico en el que de alguna manera es igual al Señor. El Señor da a los niños caprichosos que somos este reflejo que es el mundo material. El ser así colocado en la ilusión, intentará dominar el mundo material, pero pronto lo abandonará, frustrado, y deseará convertirse en Uno con el Señor. Pero estas dos fases de la existencia condicionada son sólo sueños, sólo una ilusión. Esta visión continuará vida tras vida, mientras no haya desarrollado una conciencia pura de su verdadera identidad como parte integral del Señor.
En su estado original de conciencia pura, el ser separado tiene cuidado de no caer presa de tal sueño; siempre recuerda que nunca puede ser el Señor, sino que sigue siendo Su eterno servidor, ligado a Él por un amor puramente espiritual.