Chaitanya, el Avatar de Oro
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Aunque Su poder interior no se manifiesta ni siquiera en el reino de Dios o en los planetas Vaikuntha, lo pone en juego en este universo cuando, en Su inconcebible compasión, desciende de Su morada personal. Krishna es tan fascinante, tan maravilloso, que Él mismo siente la atracción de su propia belleza; ésta es la prueba de los inconcebibles poderes que posee plenamente. En cuanto a las galas con las que adorna su cuerpo, no parece que se añadan a su belleza, sino que se hacen bellas por sí mismas al acariciar su cuerpo. Cuando adopta la postura curva en tres lugares, fascina a todos los seres, incluidos los celestiales. En verdad, ninguna de las emanaciones de Narayana que gobiernan los planetas de Vaikuntha puede resistir esta fascinación.

Krishna es la Verdad Absoluta, el Ser Supremo, establecido en Su poder interior, llamado svarupa-shakti, o atma-shakti. Se multiplica en innumerables formas, algunas de las cuales se llaman personales y otras, distintas. Así, Él realiza Sus entretenimientos en todos los planetas espirituales, así como dentro de las galaxias materiales.

Las distintas emanaciones de Sus formas se llaman seres vivos, los seres celestiales que habitan los planetas edénicos, los seres humanos, los animales y las plantas, y se subdividen en dos clases según su relación con las energías del Señor, estando unos eternamente liberados y otros eternamente condicionados. Los primeros nunca entran en contacto con la naturaleza material y no experimentan la existencia temporal. Eternamente absortos en la conciencia de Krishna, o servicio devocional al Señor, se cuentan entre los compañeros de Krishna. Su única felicidad reside en el servicio amoroso espiritual que ofrecen a Krishna. Por el contrario, los seres eternamente condicionados se alejan de este servicio amoroso para siempre y, en consecuencia, sufren las tres formas de sufrimiento inherentes a la existencia material. Debido a su actitud perpetua de alejamiento de Krishna, la energía material les otorga dos tipos de cuerpos: uno burdo, de materia densa y formado por los cinco elementos, tierra, agua, fuego, aire y éter, el otro sutil, etéreo, y formado por la mente, la inteligencia y el ego.

Cubierta por estos dos cuerpos, el alma condicionada es siempre presa de las tres formas de sufrimiento material [las que se originan en el cuerpo y la mente, las causadas por otras entidades vivientes y las que se originan en los elementos de la naturaleza material, por ejemplo, el frío o el calor extremos, los rayos, los terremotos, los huracanes, la sequía, etc.] y de los embates de seis enemigos (la ira, la lujuria, la codicia, la locura, el engaño y la envidia). Tales son los tormentos que roen sin cesar el alma condicionada. Así afligido y condicionado, el ser vivo vaga sin cesar por la galaxia, a veces promovido a sistemas planetarios superiores, a veces obligado a transmigrar a otros inferiores, de modo que finalmente encuentra normal vivir de este modo. Sólo podrá liberarse de su maldad cuando conozca y siga el ejemplo del médico por excelencia, el auténtico maestro espiritual.

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