El camino hacia la liberación, hacia la verdadera libertad
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Cuando una persona, incluso un paria, es iniciada en el canto de los Santos Nombres del Señor por un ser santo, su cuerpo se transforma al seguir las instrucciones de su maestro espiritual.

Aunque no podemos ver cómo se produce esta transformación, debemos aceptar la verdad, basada en las enseñanzas autorizadas de las sagradas escrituras, de que esta persona cambia de cuerpo. Esta persona escapa de las ataduras de la materia.

Aunque no siempre veamos transformarse el cuerpo de materia densa, el canto de los Santos Nombres del Señor Supremo produce una transformación inmediata en el cuerpo etéreo, y bajo el efecto de esta transformación, el ser se libera inmediatamente de las ataduras de la materia. De hecho, las transformaciones del cuerpo de materia densa se originan en el cuerpo etéreo. Tras la destrucción del cuerpo de materia densa, el cuerpo etéreo transporta al ser (el alma) de su cuerpo actual a otro. La mente ocupa un lugar predominante en el cuerpo etéreo, de modo que aquel cuya mente está absorbida incesantemente en el recuerdo del Señor, o de sus obras, debe considerarse que se ha purificado y que ya ha cambiado de cuerpo.

Es, pues, irrefutable que un paria, como cualquier ser caído o de baja cuna, puede convertirse en sabio por el simple hecho de una auténtica iniciación.

Todo ser vivo, sea hombre o animal, cree que es libre de decidir por sí mismo, cuando en verdad nadie escapa a las leyes del Señor, leyes severas e inviolables para siempre. Cualquiera que se arriesgue a desviarse lo más mínimo del camino trazado por Dios se expone a graves dificultades. En términos generales, las leyes del Ser Supremo se denominan preceptos religiosos. El principio esencial invariable es que, en toda circunstancia, el hombre debe obedecer la voluntad del Señor Soberano. Nadie puede escapar a las estrictas leyes de Dios; tal es el origen mismo de la existencia material.

Nuestros pensamientos, palabras y acciones generan efectos, que provocan buenas o malas consecuencias, cuyos beneficios o daños sufriremos en nuestra vida futura. Nuestras actividades actuales determinan directamente nuestra futura condición de vida.

Karma no es otra cosa que el acto interesado, la ley de acción-reacción, o ley de causa y efecto, ley de la naturaleza según la cual toda acción material, buena o mala, acarrea necesariamente consecuencias, que tienen por efecto encadenar cada vez más a su autor. con la existencia material y el ciclo de las reencarnaciones.

Nuestros pensamientos, palabras y acciones están en el origen de nuestro karma, bueno o malo, y por lo tanto de las consecuencias que de él resultan, benéficas o en forma de múltiples sufrimientos.

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