El Mundo Espiritual
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El Alma Suprema, también llamada Espíritu Santo, es el aspecto de Dios, situado en el corazón de todos los seres.

El Señor Supremo que reside en nosotros en forma de Alma Suprema, también llamada Espíritu Santo, en nuestro corazón, sólo mide veinte centímetros. Tiene cuatro brazos y sostiene el loto, la rueda del carro, la caracola y la maza.

La Persona Suprema omnipresente, en Su forma de Alma Suprema, mora en el corazón de todo ser viviente, celestial, humano, animal y vegetal. Se dice que el Señor, en su aspecto localizado, mide la distancia entre el dedo anular y el pulgar, y sostiene en sus cuatro manos, respectivamente, desde la inferior derecha a la inferior izquierda y en el sentido de las agujas del reloj, el loto, la rueda del carro, la caracola y la maza, es el de Janardana, una emanación plenaria del Señor que gobierna la generalidad de los hombres. Hay muchas otras formas del Señor que se distinguen según el orden en que llevan los símbolos del loto, la caracola, la rueda y la maza. Se llaman Purusottama, Acyuta, Narasimha, Trivikrama, Hrsikesa, Kesava, Madhava, Aniruddha, Pradyumna, Sankarsana, Sridhara, Vasudeva, Damodara, Janardana, Narayana, Hari, Padmanabha, Vamana, Madhusudana, Govinda, Krishna, Visnumurti, Adhoksaja y Upendra.

Estas veinticuatro formas del Señor en Su aspecto de Alma Suprema localizada en el corazón son adoradas en las diversas partes del sistema planetario y para cada una de estas manifestaciones divinas hay un planeta Vaikuntha en el mundo espiritual. Todavía hay cientos de otras formas del Señor y cada una de ellas gobierna en un planeta concreto del mundo espiritual, del que el cosmos material no es más que una pequeña ramificación.

El Señor es llamado el «macho» supremo, amo y beneficiario de todas las cosas, aunque ningún miembro del género masculino de este mundo puede ser comparado con Él. En resumen, se dice que todas Sus formas son advaita, lo que significa que ninguna difiere de la otra, y que cada una goza de eterna juventud.

La verdadera y absoluta felicidad.

En el servicio del amor absoluto, el siervo es tan libre como el Maestro, Krishna. Este último es perfectamente independiente, y en el mundo espiritual el siervo también goza de esta cualidad de perfecta independencia, pues no hay servicio forzado. El servicio absoluto sólo surge del amor espontáneo. Un pálido reflejo de tal calidad de servicio se encuentra en el que una madre da a su hijo, un amigo a su amigo, o una esposa a su marido. En efecto, estas tres formas de servicio no se imponen, sino que son impulsadas únicamente por el amor. Pero comprendamos que en este mundo material, incluso el servicio ofrecido con amor es sólo un reflejo distorsionado del que se encuentra en el mundo espiritual, en contacto con el Señor, y que es el verdadero servicio, el servicio vinculado a la forma espiritual de cada ser.

En verdad, la felicidad espiritual en el reino de Krishna, Dios, la Persona Suprema, es ilimitada. La felicidad del Señor es igual a Su Persona y a Su conocimiento absoluto. Pero esta felicidad siempre creciente el Señor tiene que medirla sin cesar. Así, hay una especie de competencia eterna entre el crecimiento de la felicidad y su percepción por parte del Señor, una competencia que nunca cesa sino que continúa.

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