Desde entonces, situada en el nivel espiritual más alto, la mente se separa de toda reacción material y se establece en su propia gloria, más allá de toda concepción material de felicidad e infelicidad. En este momento el espiritualista se da cuenta de la verdad de su relación con la Suprema Personalidad de Dios. Descubre que las alegrías y las tristezas atribuidas a su propio ser, así como sus interacciones, son en realidad el resultado únicamente del ego falso, que es producto de la ignorancia.

Debido a que ha recuperado su verdadera identidad, el alma plenamente realizada no es consciente de cómo se mueve o actúa el cuerpo material, del mismo modo que un hombre borracho no es realmente consciente de si está vestido o no.

El Señor Soberano mismo ahora se hace cargo del cuerpo así como de los sentidos de un espiritualista liberado, de modo que sus funciones se mantienen hasta que su destino se cumpla. El devoto liberado, que ha despertado a su posición natural y eterna y está así establecido en Samadhi, el nivel más alto de perfección del yoga, ya no ve los productos de su cuerpo material como propios. Por lo tanto, considera que las actividades de este cuerpo son manifestaciones de un sueño.

Por profundo afecto a la familia y a la riqueza, uno verá a un hijo o al dinero como propio, y por afecto al cuerpo material, lo considerará de la misma manera. Pero en verdad, así como uno puede comprender que la familia y la riqueza son diferentes de uno mismo, el ser liberado sabe que es diferente de su cuerpo.

El fuego en sí es distinto de las llamas, las chispas y el humo, aunque todos estos elementos siguen estando estrechamente relacionados porque provienen de la misma madera ardiendo.

El Señor Supremo, conocido como Param Brahman, es el verdadero observador, y Él es distinto del alma individual, el ser espiritual individual distinto de Dios, que está unido con los sentidos, los cinco elementos y la conciencia.

El espiritualista debe ver en cada manifestación una sola alma, pues todo lo que existe procede de las diferentes energías del Ser Supremo. Así pues, el devoto debe ver a todos los seres con ojos iguales, sin distinción alguna. Ésta es la realización del Alma Suprema.

Así como el fuego se manifiesta en diferentes tipos de madera, el alma puramente espiritual, bajo diferentes condiciones creadas por los gunas, se manifiesta en varios cuerpos.

Así, el espiritualista puede convertirse en un alma realizada después de superar el hechizo insuperable de maya, que se presenta como causa y efecto de la manifestación material y que, por lo tanto, resulta muy difícil de conocer.