La condición humana ofrece la oportunidad de conocer esta verdad eterna, y los primeros aforismos de las escrituras reveladas afirman que es deber del hombre, ahora que tiene este privilegio, indagar en la vida espiritual, y en la Verdad Absoluta, que no es otra que Krishna, Dios, la Persona Suprema misma.
Los hombres de inteligencia limitada no se preocupan por esta otra existencia, relativa al nivel espiritual. Prefieren hacer todo tipo de preguntas inútiles de naturaleza material, que no conciernen a su futuro eterno ni se relacionan con la existencia real.
Algunos nunca se preguntan por los problemas fundamentales de la existencia, poniéndose así al mismo nivel que el animal. No hay diferencia entre el hombre y el animal en lo que respecta a las cuatro actividades primarias de la vida animal, pues en realidad todo ser vivo, para subsistir, debe comer, dormir, aparearse y defenderse. Pero sólo la condición humana está destinada a la búsqueda de la vida eterna y la trascendencia. Quien no se plantea estas sabias cuestiones sobre la vida real tiene garantizado por las leyes de la naturaleza volver a caer en el reino animal. Por lo tanto, incluso una persona insensata que parezca poseer grandes conocimientos en el campo de la ciencia material, no podrá escapar de las crueles garras de la muerte, tal es la ley de la naturaleza.
Esta ley opera en tres modos: virtud, pasión e ignorancia. Los seres gobernados por la virtud se clasifican para la existencia espiritual, de orden superior. Los dominados por la pasión conservan su posición en el mundo material, y los que viven bajo el imperio de la ignorancia están seguros de caer en la especie inferior, animal o incluso vegetal.
Las estructuras mismas de nuestra civilización están en gran riesgo, porque no incluyen las respuestas a las preguntas primordiales, que se unen a los aspectos esenciales de la existencia. La masa de los hombres ignora que las leyes de la naturaleza ya han decidido su destino y se dejan seducir por la supuesta dulzura de la vida. El materialista empedernido, que sólo se interesa por cuestiones materiales relacionadas con los placeres de los sentidos, ignora que el camino que sigue es efímero, incierto, sembrado de trampas y lo lleva a un callejón sin salida. No se hace las preguntas básicas de la vida espiritual. Sin embargo, ya sea que vivas con tu familia o como un ermitaño renunciando al materialismo y trabajando solo en la esfera espiritual, lo importante es hacerte las preguntas espirituales pertinentes.
El materialista no se preocupa por las cuestiones esenciales. Su futuro después de la muerte, no tiene idea. Vive en el mundo de la impermanencia y nunca cuestionará lo que es permanente, el mundo espiritual. Ha llegado el momento de querer conocer el verdadero conocimiento, de tener todas las respuestas acerca del mundo espiritual, su creador, Dios, y ¿cómo llegar?