La ciencia de Dios, o ciencia de la salvación
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Las advertencias de Dios.

Las advertencias del Señor toman muchas formas. Por su energía material esparce virus por toda la tierra, con el objetivo de castigar principalmente a todos aquellos que comen carne, pescado y huevos.

Siempre a través de la energía material, el Señor propaga la gripe aviar, que debe diezmar todo el ganado, para obligar a los criadores a cesar estas actividades criminales, que consisten en criar aves con el único objetivo de matarlas. El fin es puramente económico. Estos centros de muerte deben cerrar y los criadores cambiar sus actividades profesionales.

Por la pandemia del coronavirus primero, luego actualmente por la gripe aviar, el Supremo Eterno, da un aviso a los seres humanos; dejar de abortar, sacrificar animales en los diversos mataderos del mundo, en mar abierto por medio de arrastreros, en las diversas granjas piscícolas y acuícolas, dejar de comer carne, pescado y huevos, y dejar de extraer combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón.

Si todos los gobiernos y todos los seres humanos en todo el mundo no deciden ahora obedecer a Dios y aplicar sus leyes y mandamientos divinos, y no hacen daño a ningún ser viviente en ninguna parte del mundo, a todos los seres humanos, a todos los animales terrestres y acuáticos, y todas las plantas en su diversidad, porque todas tienen alma y derecho a vivir, entonces aumentarán todas las plagas y guerras naturales, y el hombre no dejará de sufrir, porque él es la fuente de su propio sufrimiento.

Es porque los hombres ya no respetan a Dios, rechazan su autoridad, sus leyes divinas y ya no aplican sus deberes espirituales, que la espiritualidad decae, que el desorden, la infelicidad, el sufrimiento, el odio, la maldad, las epidemias y la guerra reinan sobre toda la tierra.

Aquellos que en este mundo material creen que pueden actuar libremente, tomar las decisiones que quieran y así prescindir de Dios, se engañan a sí mismos, porque muestran una notoria ignorancia. No saben que solo Dios decide y actúa, para el hombre es simplemente imposible.

El Señor dice: «Yo estoy en el corazón de todo ser viviente, y desde allí dirijo sus andanzas. De Mí vienen el recuerdo, el conocimiento y el olvido.»

Una civilización perfecta es aquella que camina con Dios, que siente amor, respeto y consideración por todos los seres vivos, seres humanos, animales y plantas.

Cuando la nación se rige por principios divinos, entonces la conciencia de Dios se esparce naturalmente por todas partes, en beneficio de todos los seres vivos, humanos, animales y plantas. Reina la paz y la armonía.

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